Sin rumbo fijo, atravesé una calle en curva que da acceso al parking de El Corte Inglés, cuando vi a doscientos metros acercarse un coche de alta gama, que aceleró.
Lo hizo tanto que tuve que correr para subir a la acera en una zona donde el máximo de velocidad permitido es de 30 km/h.
Cuando pasó a mi lado, me encontré a un grupo de niñatos de familia bien. El conductor tenía la ventana bajada.
—¿Pretendías atropellarme? —Pregunté, con mi corazón a cien.
—No. Has visto que no te he atropellado —los demás se reían—. ¡Todavía no!
Todavía no...
No hay comentarios:
Publicar un comentario