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lunes, octubre 05, 2020

Tiranía

La tiranía del tiempo se acelera con la rutina.

Como las aguas envalentonadas de un río en una gran pendiente, como si dejásemos el dedo pulsado sobre un temporizador, el correr del tiempo se dispara cuando repetimos cada día los mismos pasos. La rutina es aceite para que se deslice, es cómplice de su indiferencia, es veneno que adormece. El tiempo se precipita ante la inacción, se ríe de tu cara de pasmo, se regodea. 

Cuando en una película de aventuras vemos a los protagonistas salvar todo tipo de peligros, siempre imaginamos como premio a su victoria un tiempo de calma, una vida en la que sea la quietud la que domine su día a día, de dormir mucho y grandes desayunos.

Pero el tiempo, ya de por sí cruel, se te escapa como arenilla de las manos cuando te dedicas a ver la vida pasar. Hay que ponerle obstáculos, que no son sino rupturas en lo previsto. Diques de contención en forma de escapadas. De ti, de tu casa, de tu comodidad, de tu no hacer nada distinto.

No es cierto que el tiempo pase para todo el mundo igual, porque el tiempo es inventado. No pasa igual si sales, si investigas, si conversas. No corre igual si vas a un sitio desconocido, si llamas a ese amigo abandonado, si decides comer distinto, si dices sí a esa propuesta, si no duermes la misma siesta, si aprendes algo nuevo, si decides no ser otra vez el mismo.

Un día lleno tiene mil rocas donde agarrarte, un día plano es un día más, del que no recordarás ni el viento. 

El horror es mirar atrás y ver vacío, porque sentirás la avalancha de un futuro lleno de nada precipitarse sobre ti.

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