Con el paso de los años se ha ido diluyendo afortunadamente en mí esa tendencia a tomar cualquier comentario como un ataque más o menos despiadado a mi persona. Haber tenido tantos complejos en la infancia contribuía a ello. No tenía piernas sino palillos de dientes, bizqueaba de un ojo y eso me obligaba a llevar un parche para hacer trabajar a ese ojo vago, era el más pequeño, en dimensiones, de la clase, jugaba al fútbol como un pato en las horas de recreo, era tímido hasta decir basta.
Mi susceptibilidad se convirtió en coraza; como el mundo mundial me atacaba y tenía tendencia a ridiculizarme, yo me defendía; y lo hacía con la mejor de las armas que encontré: la inteligencia, la seriedad, el distanciamiento. Haciéndome respetar.
Cuando con 13 años me llevaron en autobús a mi primer campeonato de España de remo, en Mequinenza, yo sufrí lo indecible viendo como los mayores denigraban a los novatos, bajándole los pantalones, dándoles collejas, riéndose a carcajada limpia de sus voces aún de imberbes. Recuerdo que, cuando pararon a echar gasolina, me acerqué al Jefe de la banda y le dije que ni se les pasara por la cabeza hacer nada conmigo. No lo hicieron y yo tardé muchos años en abadonar las pesadillas de ese autobús.
La madurez te aleja de esos períodos de hipersensibilidad en que uno va formando su carácter y eligiendo a los primeros amigos.
Los residuos de susceptibilidad que queden en mí me desagradan, aunque en tiempos me hicieran bien. Ahora, con 42 tacos, me siento fuerte para defenderme, para aceptar las críticas razonadas y para entender que el mundo, por fortuna, no gira a mi alrededor.
2 comentarios:
Te felicito por haber superado esos complejos, y también felicito a la gente que te rodea. Te digo esto último porque una persona acomplejada, a veces, lejos de despertar condescendencia o "lastima", se puede convertir en alguien desagradable de tratar, siempre a la defensiva, áspero y complicado de conocer.
Te aseguro que no das en absoluto la impresión de haber tenido esos complejos que dices. Está claro que no sólo los has superado, te han hecho más fuerte y te han enriquecido, de alguna manera te han ayudado a conocerte.
Fernando
jajaja ¿y si fuera cierto que el mundo estaba contra ti? ¿y si los ataques no fueran imaginados por tu susceptibilidad sino reales? Mira que si te has ido corrigiendo sin necesidad...
El caso es que para ti aquello suponía un problema, y no te cuesta autoanalizarte, reconocerlo como defecto, y tratar de ir solucionándolo.
Yo mismo todavía sufro de estas muchas taras arrastradas, y aunque no carezco de capacidad de autoanálisis, reconocerlo ya es harina de otro costal. En mi caso siempre es culpa de cualquier otro, del que tengo al lado, del de más allá... y durante 36 años la táctica ha funcionado a la perfección (te la cedo, para que junto con la tuya corrijas el tema del todo).
Ya lo decía mi abuela, sabias como casi todas: a nadie le huelen sus peos, ni sus hijos les parecen feos.
Ripley, el susceptible.
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