No hace mucho aparecieron nuevas informaciones en la prensa sobre el hombre de la isla de Flores. Retuve dos datos: se trataba efectivamente de un hombre (en cuanto ser bípedo dotado de raciocinio) y tenía características que le hacían diferente en aspectos principales del hombre actual (su cerebro diminuto implicaría un nivel intelectual menor).
Por circunstancias, ese ser humano desapareció.
Mi cabeza se pone a imaginar y piensa qué hubiera sido del mundo actual con el hombre de Flores presente. Suponer que, en uno de los múltiples viajes de los 'descubridores', hubieran llegado a esa isla y se hubiesen encontrado con esa tribu.
¿Hasta dónde habría llegado el circo?
Si ya se hicieron masacres, se esclavizó, sometiendo a ultrajes a otras razas por el hecho de ser de piel diferente, ¿qué hubiera hecho el hombre actual con uno de metro veinte que tuviera un coeficiente intelectual de 10 frente a 100?
Viviendo el mundo que vivimos en que se desprecia al inmigrante como peligroso por no tener papeles, sin tener la mínima empatía para ponerse en lugar del otro ni pensar en la suerte de haber nacido en un primer mundo privilegiado, donde hemos tenido acceso a la educación, al sustento básico y al caprichoso, un mundo en que, al parecer, molesta el diferente porque implica preocupación, inseguridad, temor, desconfianza, viviendo en este mundo construido a base de luchas insanas, ¿en qué lugar nos habría dejado ese pequeño ser humano?
¿Dónde hubiésemos metido a ese hombre de Flores en una sociedad que reparte panfletos denostando a los rumanos, a los 'moros', a los 'sudacas'?
Tal vez, en cambio, ese hombre pequeñito nos hubiera servido como espejo para darnos cuenta de lo que no somos. Quizás, siendo optimistas, hubiésemos visto reflejado en ellos nuestra debilidad y ese reflejo de hombre mínimo que tendríamos frente a nosotros nos hubiese llevado a cuidar más de ellos, y cuidándoles hubiésemos sido más respetuosos con el hábitat que compartimos.
En ese cuento de hadas de mi imaginación, el hombre de Flores sería nuestro ángel redentor, porque veríamos en él nuestras limitaciones, hasta qué punto estamos condicionados por nuestra naturaleza.
Si, ojalá, ese hombre indefenso hubiese pervivido, tendríamos una escala en la que compararnos y nuestra idiotez como grupo se relativizaría. Entenderíamos qué es importante y lo que no, porque tal vez ese hombre pequeño de mentalidad corta sería feliz disfrutando de las pequeñas cosas.
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