Hablo desde mi experiencia personal, ya lejana, en que unos cuentos revolcones sentimentales me llevaron a plantearme qué es lo que hace que, dejando a un lado las premisas imprescindibles de la atracción física y personal, una relación de amor muera a las primeras de cambio.
Eso sí, el tema me lo planteo a día de hoy no por mí, felizmente enamorado y correspondido, sino por gente a la que quiero, cercana, que no termina de encauzar una vida en pareja, que se obsesionan con ello, creyendo equivocadamente que una vez atravesada esa línea la felicidad aparece con luces de neón.
Mi principal teoría, casi que única, tiene que ver con la estrategia, sí, estrategia, de no arrastrarse.
El ser humano es, generalmente, tan vanidoso que confunde el que alguien muestre un fuerte interés por ti con una batalla ganada. Entiende que recibir dos mensajes diaros de móvil es tener a la persona en la palma de la mano.
Por eso yo recomiendo mesura. A pesar de que el estómago se te revuelva pensando en la persona amada que acabas de descubrir, por muy hermoso que sea el sexo con ella, o las caricias, aunque creas ver brillo en sus ojos cuando compartes una cerveza, o proyecta contigo planes que sólo son creíbles en alguien que pierde el alma por ti.
Mesura para mostrarte poco a poco, para hacer ver la realidad, que tu vida es completa, que tienes grandes inquietudes, que se colman en gran parte con tus amigos, familia, compañeros de trabajo.
Es duro, pero cuando te echas en los brazos de aquella persona con quien, en el fondo de tu corazón, deseas compartir tu vida, estás desprotegiéndote de su vanidad, arma peligrosísima cuando las bases aún no son sólidas.
Amor sí, pasión toda, pero sin desesperación, sin prisas.
Si el ser humano fuera más sano no serían necesarias estrategias... pero se sufre mucho.
1 comentario:
La estregia que propones, acompañada de un buena táctica la describió maravillosamente el maestro Benedetti.
Me estoy enganchando al blog.
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