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lunes, septiembre 08, 2014

Ombligo

Uno llega a una edad en la que una llamada del Servicio Médico de la empresa para la revisión periódica da cierto yuyu. Por muy bien que me sienta en mi cuerpo, uno no controla ni una mínima parte del funcionamiento y la evolución que éste va tomando con el tiempo, cruel con el paso de los años, experto debilitador de funciones, músculos, reflejos y fluidos.

Todo iba bien, y se acercaba el tiempo de descuento, cuando al médico, tras el electro y la toma de respiración, aprovechó que aún no me había abrochado la camisa para tocarme el ombligo, zona de mi anatomía extremadamente sensible, en mí, a cualquier indagación física. Tocó, retocó y hurgó de nuevo.

¿Tú siempre has tenido el ombligo así?

Así, ¿cómo?

Como un garbancillo. Así es como tengo el ombligo. Un garbancillo que se desinfla si lo tocas.

Por momentos dudé si antes era distinto, algo que suele ocurrir para los desmemoriados como yo, que cuando me preguntan acerca de algo que hice o dije siempre encuentro una imagen en el pasado, la mayoría de las veces falsa, en que hice o dije aquello que me relatan.

No sé si desde que nací, pero sí que hace mucho tiempo que lo tengo así. Como mucha gente, interioricé, sin atreverme a decirlo.

Él negaba con la cabeza.

En mi última revisión del 2009 te lo habría visto. Porque yo siempre miro el ombligo.

Maldita manía -pensé.

Entonces fue cuando me dijo que lo observara a diario, por si crecía o cambiaba de color, apuntando sin piedad en el informe una posible futura hernia. Acojonado, pregunté si podría seguir con mi pilates, con mis carreras, con mis abdominales… A todo contestó que sí, con miramientos, aunque dejaba en mí la responsabilidad de hacer esfuerzos con el abdomen.

Salí derrotado y me llevé toda la noche dando vueltas y tocándome la barriga, por si le daba por crecer al nuevo Allien.

Los días, sin embargo, pasan, sin molestias, ni colores, ni aumentos imprevistos, mientras busco fotos veraniegas antiguas en las que poder verme la barriga, sin llegar a ninguna conclusión y admitiendo, para mis adentros, que ya no iré nunca más solo por la vida.

A partir de ahora somos yo… y mi ombligo.

1 comentario:

Dol dijo...

jajajajja ...yo de ti no le haría ni caso.
Porque tu ombligo siempre ha estado ahí.