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jueves, abril 26, 2012

Extraño

Cuando en tus recuerdos más recónditos aparece el colorido casi cegador del albero bajo la luz potente de la primavera, el sonar entremezclado de rumbas y sevillanas, los cascos de los caballos contra el empedrado de calles con nombres de toreros, las mujeres enfundadas en trajes ceñidísimos de lunares y las risas tontas de gente desinhibida por el alcohol, cuando eso lo has integrado desde antes de aprender a hablar, te cuesta ponerte en la piel de quien lo vive por vez primera como algo extraño.

La feria de abril, con todo lo criticable que pueda ser, es un canto a la vida; esta vida tan jodida en muchas ocasiones que nos ha tocado transitar. Esa capacidad tan andaluza para sonreir a los malos tiempos y ponerse el mundo por montera, haciéndolo además con simpatía, con una estética sublime y un clima espectacular.

Saber vivir.

Ocasión única para compartir con amigos, compañeros de trabajo, familiares o conocidos los últimos meses o años transcurridos, para conocer gente que en otras circuntancias no encontrarías. Oportunidad a fin de cuentas para salir de la siempre peligrosa bola de la rutina que, con los años, cada vez tiene una inercia más pesada.

Yo no soy flamenco, ni sé bailar, ni me gusta la manzanilla fuera de esta semana de alegría, ni soy nacionalista, ni me va el folklore ni creo que mi ciudad sea la más bonita del mundo; pero cuando llega la feria la disfruto con la sabiduría de quien ha aprendido a amamantarse de esta capacidad con la que se nace en el Sur de disfrutar de la belleza, aunque sea para muchos falsa, provisional y de apariencia, de la belleza, en suma, del saber vivir.

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