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martes, noviembre 08, 2011

Interruptor

En una larga espera en un edificio público, vi entrar a un hombre mayor en el baño. Entró y salió sin encontrar el interruptor hasta que, mosqueado, dio con él, lanzando improperios.

Me dio por reflexionar acerca de lo asumido que tenemos ese interruptor en nuestras rutinas. Un toque y ¡clic!, se enciende la luz.

El hombre, no como individuo, ha sido capaz de construir a base de ingenio, ensayos, definición de axiomas, interpretación de leyes físicas, químicas, estudios biológicos, astronómicos, botánicos o farmacéuticos todo un sistema que nos rodea en busca del confort, de facilitarnos la vida.

Nos paramos poco a pensar en cómo hemos llegado a todo esto. Nada nos fue dado salvo nuestro intelecto y la vida en sí, y resulta admirable como nuestros ancestros fueron consiguiendo avanzar, reinventarse, descubrir lo que la naturaleza nos iba dando para conseguir que el paso por el mundo fuera menos penoso.

No sólo los hitos del descubrimiento de la bombilla o la penicilina, sino la evolución imparable del hombre hacia el progreso que nos ha llevado a pertenecer a la generación con más posibilidades de vivir sin muchas penalidades absurdas.

Vivimos una época de grave crisis, sabemos que gran parte del progreso ha estado mal orientado, que nuestro mundo está contaminado y la atmósfera se resiente, que hay pueblos que aún cabalgan entre las oscuridades de religiones fanáticas o que viven en lugares desérticos donde la hambruna no es noticia.

Aún así, confío en el hombre. No en el individuo. En el hombre como ser capaz de hacer frente a las adversidades.

Es difícil admitir que el mundo vaya a peor cuando hace apenas un siglo la gente moría por enfermedades hoy dóciles, cuando para calentarnos necesitábamos del fuego o de días para recorrer un trozo de nuestro país.

No encontramos un interruptor y nos cabreamos, oímos el sonido de un avión y nos molesta.

¡Mirar al cielo y ver un avión volar! Con esa potencia, doscientas personas dentro que en un par de horas estarán a dos mil kilómetros de distancia.

Observar esa silueta de pájaro metálico es una sensación casi mareante si se analiza con el corazón.

3 comentarios:

Alforte dijo...

Es que a lo bueno se acostumbra uno muy rápido Salva, por eso es fácil acostumbrarse a leerte.
Me encantó tu reflexión.
Bsote

Dol dijo...

Sí, así es; hoy tengo la capacidad de reconocer los milagros y estoy de acuerdo contigo.
Besos.

Anónimo dijo...

Este verano, durante mis vacaciones, el destino me llevó a pasar un día por el bar de un pequeño pueblo de la provincia de Zamora donde nos dispusimos a tomar nuestra bebida favorita: un café. Uno de mis amigos, joven él en contraposición con el señor que tu vistes, entró a la zona del servicio y al salir protestaba por no haber podido encontrar el interruptor y tener que hacerlo de manera instrumental, como los pilotos aéreos cuando las condiciones de visibilidad son malas. Todos los simpáticos abueletes que se encontraban en sitio se rieron un montón y le comentaron que el interruptor estaba situado a una altura de casi un metro y otro más , como en los viejos tiempos, lo que para ellos era normal.
Lo que ya nos "rayó" fue, que al día siguiente, en otro bar de otro pequeño pueblo de Zamora, todo el que entraba al baño (no se porqué se le dice así), incluido mi amigo que otra vez tuvo que hacerlo instrumentalmente, protestaba por no encontrar el interruptor. Cuando la señora del bar escuchó aquello, nos pidió disculpas por no haber activado la iluminación automática por detección de presencia en el servicio.... ¡Na!.......¡Cosas que pasan!

Saludos
Montgeron