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domingo, noviembre 20, 2011

Quesos

Desde que conocí a Amín Blanco comprendí que con su dulzura ganaba una ventana nueva con brisas cubanas desde Barcelona. Ella es la confirmación perfecta de que nunca debemos estar cerrados a integrar gente distinta.

Con Amín, incansable contadora de aventuras musicales y de anécdotas cubanas, se puede llegar a conocer un poco más al país caribeño sin los maniqueísmos propios de quien se enreda en posturas basadas en el fanatismo o en el odio.

Hace unas semanas, paseando por Sevilla, me contaba acerca de su último viaje a La Habana, para ver a su familia.

Acompañó a su madre al médico y allí, en la cola esperpéntica de mujeres queriendo vacunar a un gato porque el veterinario no aparece o de infectados por comer pescado en mal estado, ante el tumulto formado por la falta de atención, salió una enfermera negraca, enorme, con gran culo y minifalda y lazo de enfermera, para poner orden. Cuando ya todo el mundo tenía su número la mujerona soltó:

'No os quejéis de las colas, que bien que la hacéis delante de la Sección de Intereses de la Embajada americana pidiendo visas'.

Todo este humor con que Amín habla de su país esconde su pena por comprobar que la desidia se ha instalado en el pueblo cubano.

Esta mañana, paseando con ella por las Ramblas, nos hablaba de cuando se cayó la Unión Soviética, y con ese derrumbe toda una logística alimenticia, energética y financiera de la isla, que quedó aislada y vio como sus habitantes comenzaron a pasar muchísimos apuros para llenar el estómago.

'Los cubanos se fueron quedando flacos, Salva'.

Se compartían recetas de croquetas de huesos de pollo, de mollejas salidas de no se sabía dónde...

'En Cuba todo es ilegal desde que pones los pies en el suelo. La leche que compras es ilegal, el dinero que usas también lo es, cada paso que das es ilegal'.

Recuerda que, en uno de los múltiples cánticos de gente por la calle ofreciendo lo ilegal, se cruzaron con un negro proponiendo el contrabando de un manjar exquisito. Ofrecía quesos.

Una chica, al oírlo, le preguntó:

'¿Pero qué tipo de queso es el que me ofrece, negro?'

Ante lo que éste, circunspecto y casi ofendido por una pregunta que no terminaba de entender, le contestó altivo:

'De hotel, señora, ¡queso de hotel!'

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