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viernes, noviembre 11, 2011

Cerrado

Ayer me acusaron de intransigente.

Fue en una discusión nocturna, amigable, en casa, con gente de confianza, mientras cerveceábamos y esperábamos a nuestra amiga Carmela que viniera a hacernos un pavo que no terminó de hacer.

Esperando a las pizzas salió un tema político en que yo no quise entrar, porque me chirriaban los razonamientos que se utilizaban. Pero mi amigo Antonio era insistente.

Sé que, una vez que entro, soy vehemente; y entré.

A saco.

Debe ser verdad que tengo un punto de intransigencia y así se debe llamar a lo que yo, inteligentemente para mi argumentario, defino como pasión a la hora de defender mis ideas.

Pero de pronto me dicen que no escucho, y puede que las ansias por explicar me hagan no valorar el discurso de mi interlocutor.

La vida es un progreso continuo y, desde esa base, tengo que aceptar las críticas para eliminar esa visión de lo que a veces soy y me repele.

Critico a quien no escucha, a quien no sabe ponerse en la piel del otro, a quien se cree poseedor de la verdad para, de golpe, en una noche relajada de cervezas, perder el paso y naufragar.

Seguiré en mis trece, pero más relajado. La pasión me lleva a la intransigencia.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Pero... de qué iba la cosa?.

Salu2

Fernando

Alforte dijo...

Si es que a veces nos tocan las narices de mala manera para que saltemos jejeje menos mal que ultimamente ando melancólico y no tengo ganas de entrar al trapo, porque hay que escuchar cada cosa...sino hubiera tenido más de una como la que tuviste anoche.
Te entiendo perfectamente.
bsote