A las personas se las puede clasificar según infinitos criterios, pero uno de los más sencillos sería el que las divide en interesantes y las que no lo son.
Se trata de un criterio subjetivo, pero nadie mejor que uno mismo para saber quién te llama la atención o no. Por sensibilidad, belleza, inteligencia, bondad, cultura, estilo o simpatía.
Para el segundo grupo, el de la gente insulsa, no dedico mucho tiempo.
Para el primero, podría hacer una segunda distinción: con los que hay química y con los que no.
Evidentemente, si no hay química y a mí me parece interesante esa persona, hay un cierto toque de frustración en mí. Y cuando no hay química, poco se puede hacer. Casi todas las estrategias te llevan a reforzar la falta de feeling.
Pienso, por ejemplo, en una periodista con la que suelo coincidir, porque compartimos muchos amigos comunes, con la que me siento transparente. Me dice hola por respeto, pero al mismo tiempo me hace sentir insustancial. Por mucho que participe, dé mi opinión u ofrezca mi mejor sonrisa, no dejo de ser para ella un perteneciente a su segundo grupo, el de los no interesantes.
Como ella, me he cruzado con personas de gran valía a las que no he provocado ninguna sensación, algo dañino para mi vanidad. O tal vez sano.
Cuando tú, como ser humano, provocas nada en otro ser humano, lo mejor es seguir siendo tú. Las relaciones humanas son así. No hay que buscar estrategias. Hay que admitir que, de vez en cuando, somos transparentes.
Se trata de un criterio subjetivo, pero nadie mejor que uno mismo para saber quién te llama la atención o no. Por sensibilidad, belleza, inteligencia, bondad, cultura, estilo o simpatía.
Para el segundo grupo, el de la gente insulsa, no dedico mucho tiempo.
Para el primero, podría hacer una segunda distinción: con los que hay química y con los que no.
Evidentemente, si no hay química y a mí me parece interesante esa persona, hay un cierto toque de frustración en mí. Y cuando no hay química, poco se puede hacer. Casi todas las estrategias te llevan a reforzar la falta de feeling.
Pienso, por ejemplo, en una periodista con la que suelo coincidir, porque compartimos muchos amigos comunes, con la que me siento transparente. Me dice hola por respeto, pero al mismo tiempo me hace sentir insustancial. Por mucho que participe, dé mi opinión u ofrezca mi mejor sonrisa, no dejo de ser para ella un perteneciente a su segundo grupo, el de los no interesantes.
Como ella, me he cruzado con personas de gran valía a las que no he provocado ninguna sensación, algo dañino para mi vanidad. O tal vez sano.
Cuando tú, como ser humano, provocas nada en otro ser humano, lo mejor es seguir siendo tú. Las relaciones humanas son así. No hay que buscar estrategias. Hay que admitir que, de vez en cuando, somos transparentes.
6 comentarios:
Una muy interesante reflexión.
¿Y qué hacer cuando a casi nadie le gusta como eres? ¿O cuando le gusta a casi todo el mundo? También pasa a veces. Incluso ambas cosas a una misma persona.
Interesante punto de vista, afortunadamente la mayoría de las veces que encuentro una persona interesante suele ser un "feeling" recíproco.
Por si te sirve de consuelo: hay quien tiene contigo la misma sensación que tienes tú con la periodista.
Salu2
Fernando
golpe bajo, fernando... eso se soluciona con una cerveza por delante
No pretendía ser golpe ni mucho menos bajo. ;-)
Salu2
Fernando
¡Hombre! transparente, transparenteee..solo lo es "el hombre invisible"je,je,je,je.
Un poco estoy yo también con la opinión de Fernando, sin ánimo de golpearte ni mucho menos.
¿Para cuando el próximo libro?
Saludos
Montgeron
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