Encontré hace unos días un artículo en la prensa digital que hablaba de la felicidad en relación con la capacidad de integrar pensamientos de cada persona. Se trataba de un estudio de no se qué universidad que venía a concluir que era menos feliz la persona más reflexiva.
Cuanto más vueltas le damos al coco, más sufrimos.
Hay quien puede pensar que no hace falta un análisis estadístico con miles de personas para llegar a una conclusión tan de cajón; sin embargo, yo no comparto el fondo de esta teoría, porque no deja de ser teoría lo que tiene que ver con sentimientos intangibles como lo es el ser feliz o desgraciado. Donde entre la subjetividad pocos bancos de ensayo podrán demostrar nada.
Tal vez mi rechazo a aceptar la validez del estudio sea porque me considero dentro del grupo de los reflexivos. Y sí, puede haber excepciones que confirmen la regla; pero yo voy más allá.
No es que yo piense que la felicidad de las personas menos cerebrales sea la felicidad del tonto, pero sí es cierto que cuando tus ambiciones de conocimiento, de querer entender al otro, de analizar las realidades que nos rodean son fuertes, la vida se presenta más compleja, tal vez más difícil, pero ahí está la clave del disfrute.
Seguro que quien pasa las tardes enteras, horas y horas, jugando a la play station lo hace porque está disfrutando. Es, en su escala, una persona realizada. Otros, a lo mejor, están leyendo la historia de la filosofía griega mientras piensan qué va a pasar con el euro o hacia dónde va la política de Obama. O, no hace falta ser culto para ser reflexivo, estar horas paseando, cavilando sobre la familia, los amores perdidos, los retos por organizar para el día siguiente.
Vivir, entiendo yo -por eso soy reflexivo-, no es matar el tiempo con risas. Porque el tiempo pasa, la play station se te estropea y te planteas, ¿qué tengo yo por dentro?
1 comentario:
Vivimos en un sociedad en la que se potencia la irreflexión por motivos obvios. Las empresas, interesadas en que se consuma compulsivamente lo que ofrecen creándote falsas necesidades o los poderes políticos, pretendiendo imponer pensamientos a los ciudadados con el único propósito de mantener el poder.
El afirmar que son más felices las personas irreflexivas, que las reflexivas, es dar por sentado que es mejor no pensar en lo que nos rodea por cuando que ello nos conduce a pensamientos negativos.
Pero, ¿qué sería de nosotros con una sociedad predominantemente irreflexiva?. Mejor no lo pienso porque lo único que puedo conseguir es deprimirme.
ENG
Publicar un comentario