Una de ellas es la frivolidad.
No me considero un tío en ningún caso aburrido ni plomazo, pero mi incapacidad de reírme de mí y del mundo me mosquea.
Quizás sea una de las razones, ni mucho menos la principal, para compartir mi vida con una persona que me ofrece ese sentido irreverente de la vida que tanto valoro.
Recuerdo el último momento crítico vivido en ese sinvivir mío con el mundo de lo irreverente. Tras un año de mucho 'cachondeo' y buena vida con mis amigos más cercanos, pasado el verano se decidieron a organizar una 'fiesta del terror'.
A mí, por regla general, me dan mal rollo los disfraces. Acepté el reto porque soy fácil, pero no me preocupé por buscar de qué vestirme hasta el mismo día de la fiesta. Isaac y Fran se acercaron a Pichardo y me compraron el traje definitivo: 'La muerte eterna'.
Seguíamos el guión, era una noche de terror.
Antes de llegar a la finca donde se celebraba la fiesta, hicimos parada en casa de unos amigos. Abrieron el plástico del disfraz (no más de veinte euros) y me plantaron la túnica de la muerte eterna. El disfraz traía asociado un lápiz de cera blanca con el que había que pintarse la cara.
Yo me dejé pintar porque llevaba tres cervezas encima.
El tiempo pasó y yo confirmé que no sé ser frívolo ni reírme de mí mismo.
Cuando enseñan las fotos y preguntan quién es el que va vestido de Sara Montiel yo escondo la cabeza y hay quien explica...
Es la Muerte Eterna.
1 comentario:
He leido tres veces la entrada y no paro de reirme!!!
Escribir sobre eso ya es reirte de ti mismo ¿no crees?.
Un abrazo, Sara
Fdo:
M. jackson!!
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