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domingo, julio 26, 2009

Tres mujeres

En estas últimas semanas he vivido de cerca historias frustradas de tres mujeres que me importan mucho.

En los tres casos coincide un factor: tres hombres que no valen un pimiento.

Historias de sexo disfrazadas de virilidad, cafés de media tarde a escondidas de sus esposas, promesas de estar disfrutando la mejor de las historias mientras a otras mujeres en lugares no lejanos les están contando la misma película.

Me gusta escuchar. Prefiero no dar consejos que no sé si serán correctos. Mejor escuchar e indignarme, mostrarme cercano y comprender sus desazones.

No todo vale en este mundo. No por ser una sola vida se tiene que vivir a costa de los sentimientos de los demás. La fidelidad debe ser, a mi entender, un grado.

Es fácil pensar ‘ojos que no ven, corazón que no siente’, pero es de una falta de respeto impresionante estar calentando la cama de otras personas sin decirlo, mientras promesas vagas llenan los huecos entre cerveza y cerveza.

Siempre hay una parte de culpa, importantísima, en quien se deja engañar, en quien asume juegos con quienes no van de frente. Acostarse con una persona casada es una opción que se puede tomar, pero es frecuente salir escaldado, por muy tranquila que se tenga la conciencia, por muy libre de ataduras que uno esté.

Yo, personalmente, no podría mantener una historia de amor con alguien que tiene un compromiso y duerme abrazado a otros brazos.

A estas tres mujeres a las que adoro sólo les sé aconsejar una sencilla palabra: dignidad.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Que cada cual asuma lo que hace, y si se equivoca, que asuma su error.
Tu punto de vista huele a sacristía. ED

nosequé dijo...

¿Dignidad? ¿De quién?
Se pierde la dignidad y el respeto, cuando sabiendo que se va a mantener una relación con alguien que tiene pareja o ella/él misma la tiene.
Falta de respeto a si mismos y falta de muchos valores.
Cuando entre una pareja no hay amor o pasión o algo que establezca un pacto, simplemente se deja.
Pero son cobardes, no son dignos y se quieren poco, y quien se quiere poco, será mínimo lo que pueda ofrecer a los demás.
¿Dignidad? Se pierde cuando la mentira te la cuentas sólo para ti. Los demás jamás no la creemos.