Disfrutábamos de un fin de semana soleado en Marbella con nuestros queridos Txema y Paula.
Tras cada agotadora temporada anual en sus dos negocios donostiarras, aprovechan sus merecidas vacaciones de temporada baja para darse un disfrute continuo de los sentidos que, generosos como son, hacen por compartir con nosotros cuando podemos unirnos a ellos.
Estábamos en El Ancla, un restaurante de pescados blanco y luminoso, asomado al mar, en San Pedro de Alcántara.
Champán y ostras, para empezar. Yo, con un estómago poco amigo de esas exquisiteces, para mi pesar, pedí mi caña de rigor; no por ello menos entusiasmado por el placer de ver las caras de felicidad.
Txema ofreció a Olatz, la cuidadora del pequeño Izan, la bandeja de ostras.
-¿Quieres?
-No lo sé -respondió ella, cohibida, tras admitir no haberlas comido nunca.
-En esta vida no hay que dudar, niña -le vino a decir Txema-. Sí o no.
Ella lo escuchaba con los ojos bien abiertos.
-Pero ten bien claro que la ostra que no te tomes hoy, ya no te la tomarás jamás.
Olatz alargó la mano.
2 comentarios:
¡Me encanta Salva! Y la ostra también me encantó. Un beso y un abrazo desde el lluvioso norte.
Olatz
Un beso desde el sur de Portugal, querida Olatz
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