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jueves, abril 04, 2013

Teatro

Carmela nos habló de tres reglas:

* No vale pensar

* Hay que entenderlo como un juego

* Lo que pase aquí se queda aquí

Dije que sí porque es un terreno desconocido, creativo y emocional, porque he crecido estableciendo fronteras absurdas a mi propio cuerpo y por poner a prueba mi capacidad para expresar.

El hecho de que la profesora y mis compañeros sean amigos podía ser una oportunidad o lo contrario, formaba parte del reto.

En la primera clase sudé como un pollo, no porque el ejercicio físico fuese intenso sino por mi incapacidad para abrirme a exteriorizar roles que no son míos, hablar en lenguajes inventados o exponerme sin pudor a los ojos de otros.

Ayer fue la segunda y decidí que no cabían corsés. Si había que moverse como un bebé, gritar como si te hubiese tocado la lotería o comportarme como un vagabundo tenía que hacerlo. No pensar y dejar actuar a las tripas. Si tenía que improvisar un encuentro en una galería de arte con personajes desconocidos o convertirme en un repartidor de pizzas a domicilio debía entrar en el juego.

Teatro como terapia entre amigos.

Justo antes de la segunda clase lo veía como un suplicio, pero con las cervezas que vinieron luego empecé a admitir que puede ser un método para conocerme mejor y eliminar rigideces que anulan aspectos de mí desconocidos o repudiados.

Deseando estoy que llegue la tercera.

¡Qué grande se hizo mi vida cuando se cruzó por ella Carmela!

(Espero que esto no traicione la tercera de las reglas)

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