Es una sensación difícil de compartir porque es extraña, pero enormemente placentera.
A mí me sucede en momentos de paz total, leyendo un libro, escuchando a algún amigo hablar, paseando a solas, tumbado en la cama.
Imagino que es algo que todos experimentamos y entra dentro de ese carro de experiencias individuales que todos llevamos con nosotros mismos, que no comentamos. Tendrá que ver, supongo yo, con lo más parecido a la cima de la felicidad.
Uno de mis primeros recuerdos de cosquilleo cerebral era cuando mi madre me lavaba el pelo. Yo era muy pequeño y ella me frotaba bien fuerte con champú, masajeándome la cabeza durante minutos mientras yo jugaba en la bañera con los muñequillos de plástico.
Sentir que te elevas, que la vida es eternamente bella, que eres un afortunado.
Es difícil cazar ese cosquilleo conscientemente porque, normalmente, cuando la felicidad la piensas se te escapa.
Es por eso que es complicado definir esa sensación, compartirla, retenerla. Sientes como un burbujeo de hormiguillas en la cabeza, todas las neuronas bailando y, si haces por disfrutarlo sin más, sin tratar de analizarlo, consigues vivir ese instante como infinito.
1 comentario:
Una actualización muy bonita la de hoy. La verdad es que aún siendo difícil de explicar todos hemos sentido alguna vez esa sensación de felicidad. Ese escalofrío en la nuca que te despega los pies del suelo.
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