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salvador-navarro.com

miércoles, diciembre 22, 2010

El espejo

Era verano, teníamos poco dinero y las hormonas desatadas. Diecinueve años, el susto y la excitación de empezar la universidad y la unión que dan doce o trece años compartidos en el colegio. Suficientemente jóvenes como para creer que estaríamos juntos de por vida, distintos hasta el punto de que hoy casi no sepamos nada los unos de los otros.

Decidimos que fuera Albufeira, en el Algarve portugués, donde compartiéramos una semana en una casa con piscina. Una compra en el híper y los coches de aquéllos que ya tenían carnet y padres con valor para dejárselo.

El otro día se coló por mis manos la foto, todos con gafas de sol, que nos hicimos en el parking de un complejo acuático.

Hubo quien encontró el primer sexo, creyendo durante años que esa niña de Oporto sería la mujer de su vida, hubo mucho alcohol en discotecas en que entrábamos como niñatos y también visitas inolvidables a pueblos hermosísimos del interior.

Yo, a pesar de la importancia que doy al sexo, lo que disfruto del alcohol y los pueblos hermosos, intuía que ésa no era mi vida futura.

La noche final nos fuimos a Portimao. Morenos como tizones, ya teníamos la pandilla de amigas portuguesas con las que celebrar la última traca. Yo llevaba una camisa horrible amarilla de flores verdes diminutas.

Con mucho alcohol, en el baño de una sala de fiestas, tuve la lucidez de enfrentarme al espejo. Me miré detenidamente y me sonreí. Me observé y pensé en retener esa imagen fija para el resto de mi vida. El whisky con coca-cola quizá ayudó a acrecentar de forma extraña esa captación, como un flash deslumbrante que grabase para siempre ese espejo que me ofrecía a mí con diecinueve años y una vida por delante tan intensa que me asustaba.

¡Han sido tantas veces las que he superpuesto a ese chaval de la camisa amarilla de diminutas flores verdes con el Salva actual!

Se aparecen más ojeras, menos pelo y el acné parece imposible de encajar.

Pero sigo guiñándole el ojo a ese crío despistado.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Los 19 años están en un rango de edad que es inolvidables. Edad de adulto que te concede mayor independencia para entrar y salir, una carné de conducir que te aporta una mayor autonomía, sexo más frecuente e intenso, un cuerpo que lo soporta todo y ello aderezado con una gran impulsividad y sin demasiada responsabilidad. En fin un contexto que no se prolonga demasiado tiempo en nuestra vida y que de vez en cuando rememoramos.
Felices Fiestas y que tu nuevo proyecto parisino cumpla todas tus expectativas. Un abrazo.

ENG

Salvador Navarro dijo...

El proyecto parisino fue pasado, Enrique... el sí, quiero lo di en el 2001

Un abrazo,
Salva

Argax dijo...

Esto de los blogs tiene su punto. Viendo tu foto entre mis "pasen sin llamar" inmediatamente me pongo a sacar punta a mi curiosidad y me encuentro con tu espacio, interesante, y con Sevilla Escribe que no conocía y que pienso, ahora que estamos en época de regalos, desembalar con esa mijita de ilusión que surge al descubrir lugares afines.

Respecto a la entrada, ese que fui a los diecimuchos aun hoy vuelve, la energía que tenía entonces es necesaria para muchas cosas de las que ahora me ocupan.

Un saludo.

Alforte dijo...

Es increible con que nitidez se grabaron los recuerdos de aquellos años; tal vez por la intensidad con la que vivíamos todo mezclada con la osada hambre de experiencias.

Igual de potente es la capacidad evocadora de esta hermosa entrada.

Young Kisses

Dol dijo...

Mejor no te cuento lo que estaba haciendo yo a los 19 .
...
Enamorándome a lo burro , dejando la carrera , trabajando en oficinas tras cuyos cristales se derramaban inútiles días y tardes y nuevas mañanas que no me llevaban a ningun sitio .
Pero mejor lo dejamos .
Un beso, y hermoso texto.

Romek Dubczek dijo...

Yo creo que es el espejo el que miente. No se donde lei que no somos ese reflejo.
Un abrazo y feliz navidad, Salva

Melvin dijo...

Y es la melancolía la que nos atenaza con un atino irregular pero profundamente agridulce. Nos has llevado de viaje y por unos instantes siento haber estado en el Algarve con mis 19 años y una promiscuidad floreciente. El espejo ya es otra cosa... No me fío de lo que me ha ido contando a lo largo de los años... Un abrazo Salvatore.

Ángeles Hernández dijo...

Tuviste la tentación de ser Doryan Grey con camisa amarilla de flores verdes diminutas ( lo único que citas como horrible) pero no fue necesario, porque, pelo más pelo menos, grano arriba, ojera abajo, sigues siendo el mismo.

Idéntico armazón enriquecido con todo lo que le has ido añadiendo durante los siguientes veinticinco años.

Eres ese de dicinueve y eres como has querido ser desde esa visión.

Un abrazo y seguimos deseándonos felices fiestas. Á.