Gran defensor de la Sanidad Pública, en los últimos tiempos me he visto obligado a hacer un uso de ella al que no estaba acostumbrado; en la mayor parte de los casos por achaques propios de un cuarentón que siempre presumió de una salud de hierro.
La ultima ocasión ha sido hace unos días. Acostumbrado a leer tumbado en la playa durante horas, incluso cuando el invierno lo permite, hace menos de un año que comencé a incomodarme con un puntillo negro, móvil, vítreo, licuoso y poco definido que campaba a sus anchas entre las letras de mis libros, llegando a invadir hasta el espacio visual rojizo de mis ojos cerrados frente al sol.
La hipocondría es el peor de los inventos. Imaginaba a los puntos negros reproduciéndose inmisericordes por todo mi ojo derecho antes de lanzarse a la conquista del izquierdo.
La inquietud se acrecentó cuando la médico de guardia me dio cita, sin dudas y con premura, con el oftalmólogo.
Un par de semanas, un colirio anestésico y un aparato metálico sacado de otra época más tarde, el especialista ocular me dijo que no había nada de qué preocuparse, que tomando diariamente unas pastillas de vitaminas específicas para el humor vítreo, éste recompondría nuevamente la figura.
'Y cuando el punto negro vuelva a salir, que lo hará, de nuevo un mes con estas pastillas'.
La vida se irá presentando así, con la desfachatez de quien comienza a tener goteras sin temblarle el pulso. La actitud más inteligente estará, sin dudarlo, en saber ir madurando en compañía de los puntos negros y sus secuaces.
1 comentario:
Salva, si tienes más de 40 y no te duele nada, es que estás muerto.
Te habla uno de tu quinta, que padece dolores lumbares cuando deja de hacer deporte, que sufre el crujido de sus meniscos cuando hace más deporte de la cuenta o que debe ocultarse del sol por problemas con los melanomas.
Bienvenido al club.
Enrique N.G.
Publicar un comentario