El otro día por poco me atropella un motorista, en un gesto imprudente por su parte, al girar una esquina por el centro de Sevilla mientras paseaba.
Mi primer impulso fue mandarlo a freír gárgaras. Pero el chaval se frenó y me pidió perdón.
Es impactante como una palabra dicha en el momento oportuno produce un efecto inmediato de relajación ante un arrebato de ira.
De la misma forma desarma, en otras circunstancias, un gracias. Recuerdo haberme enfrentado a situaciones comprometidas en que, por parte de alguien cercano, se me pedían favores difíciles de conceder. O porque era dinero cuando no tenía, o porque implicaba renunciar a planes ya programados, o porque suponía acudir a lugares no del todo deseados.
Aún así, cuando el esfuerzo estaba hecho, un gracias era suficiente moneda de pago. Cuestan muy poco, apenas medio segundo cronometrado y un movimiento de boca que no supone esfuerzo.
Perdón y gracias.
2 comentarios:
Desde luego es muy importante saber disculparse, sobre todo con sinceridad, no como en Inglaterra, que se ha convertido en una coletilla...
El Señorito Andaluz ha dado en la clave. En ningún sitio como aquí, un "gracias" o un "perdon" se pueden considerar más auténticos, por lo escasos que son.
El de la moto pude ser yo.
Perdón.
Fernando
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