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sábado, mayo 22, 2010

Silencios

Golpetea el levante contra la ventana de mi dormitorio de Conil.

La escena de mis de recuerdos tiene a Bárbara de copiloto en mi antiguo clío, llevándola a su casa de Los Remedios. Día soleado. Ella apoya los pies descalzos en el tablero de bordo del coche y mira por la ventana, callada. No imagino imagen más hermosa del silencio, cuando dos amigos se acompañan sin tener que justificar el tiempo juntos con conversaciones innecesarias.

Pocas personas con las que haya llegado a esa extrema confianza de comunicación sin palabras.

Esta mañana, en el trabajo, tuve que sustituir a mi jefe en una reunión 'importante'. En las pausas la gente me hablaba por rellenar el silencio de vaguedades, tal vez por temor a verme aislado.

Silencios cómplices, silencios compasivos.

Cuando decidí irme a vivir, solo, a París, pensé en tardes eternas en que el techo se me caería encima, sin nadie al lado y el terror de sentirme náufrago. Ninguna terapia, en cambio, pudo hacerme mejor bien que esas tardes de soledad francesas.

No soporto la gente que no escucha, que se impacienta por interrumpirte para decirte que él más, que él mejor, que él más lejos...

Vivir es escuchar silencios, dejarte llevar por los golpeteeos del levante sobre tu ventana.

4 comentarios:

nosequé dijo...

La mayoría de los silencios están llenos de voces.
Y algunas veces el silencio grita.

Anónimo dijo...

Cómo se puede escribir un silencio?

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Fernando

Ignaci Salas dijo...

A disfrutar del Silencio, y de la Soledad, se llega, hay que estar “al menos”, conforme con uno mismo, que no es un objetivo sencillo, sobre todo para los lúcidos.
No en vano, el ser humano busca distracciones, compañía, sociedad, lo que le hace más factible sobrellevar una realidad que le resulta complicada de asumir.

Anónimo dijo...

Qué razón tienes, me encanta tu frase "No soporto la gente que no escucha, que se impacienta por interrumpirte para decirte que él más, que él mejor, que él más lejos..." pues opino como tú.