En estos tiempos críticos que corren suelen salir a flote muchos populistas.
Populista, para mí, es todo aquél que utilizando la ignorancia, la debilidad, el desespero o los peores instintos de aquéllos a quienes se dirige, falsea la información a su medida, o la exagera, o explica sólo la parte del melón que sus oyentes quieren escuchar.
En política, desgraciadamente, el populismo es bien visible. No sólo hay que buscar a los Castro, a Hugo Chávez o a Evo Morales. Lo hemos visto en la campaña americana de Sarah Palin o en las de los partidos xenófobos centroeuropeos. En nuestro país, si bien siempre hay y habrá, porque es consustancial a la política, aún estamos lejos de esos ejemplos, salvo en determinados ayuntamientos o entidades locales donde es más fácil confundir con argumentos espúreos.
Mi miedo al populismo, en cambio, no se ciñe a la política, sino que hago un paralelismo con la actitud que mucha gente a pie de calle, ciudadanos a secas, gente cercana, utiliza a diario.
Me sublevan las dialécticas ensuciadas por medias verdades, y hay especialistas en este género que nos rodean a diario, cruzándose por nuestro camino. Personas que no son coherentes en sus actitudes con lo que pregonan, que ponen el grito en el cielo por razones vanas y son unos impresentables en su vida diaria.
Recuerdo nombres y apellidos de hombres y mujeres que han pasado a mi lado, se han sentado en mi casa, me han invitado a copas, hemos paseado juntos y que, desgraciadamente, no valen un pimiento.
Personas dañinas que te cuentan lo que quieres oír, que te dan abrazos de oso, que acoplan una sonrisa diferente, siempre falsa, esa sonrisa que derrite a la persona que enfrenta. Gentes que te dan palmadas en la espalda pero que no harían nada por ti en las malas.
¡Ha pasado tanta gente así por mi vida!
No es fácil encontrar seres humanos sanos, coherentes, que mantengan el mismo discurso siempre, que los veas venir.
En mi círculo más íntimo intento incluir sólo a aquellos que sé que no tienen caretas populistas con que conquistar, no ya mi voto, sino mi amistad.
De ellos siempre presumiré.
2 comentarios:
Emana cierto resentimiento este último escrito. Creo que todos los que tenemos un alto concepto de la amistad hemos sentido alguna vez eso que cuentas. Una vez que ves, como tu has visto que eso es así y aprendes a esperar de cada uno los que se puede esperar, sin pedir peras al olmo, las cosas son mucho más suaves y más fáciles.
Take it easy.
Fernando
Una vez hablaste de tus amistades moribundas, Fernando, con las que practicas la eutanasia pasiva... En ese círculo, sin resentimientos, incluyo a estos 'populistas' sin base.
Me lo tomo con calma, descuida, pero gracias por el consejo.
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