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sábado, octubre 15, 2016

Silencio

Soy un apasionado del silencio. Lo busco y protejo los espacios donde lo encuentro.

No renuncio a nada por ello, sigo siendo una persona sociable a la que la comunicación le parece esencial. Me gusta la calle, el jaleo, la música, la charla y, sobre todo, la risa contagiosa.

El silencio no debe, a mi entender, circunscribirse a los minutos previos a conciliar el sueño. Estoy convencido de que es necesario enfrentarse a él a menudo, con todos los sentidos, y regodearse; tenerlo como compañero de paseo, en el sofá, frente al ordenador, haciendo deporte, cocinando.

Hace tiempo que no corro por esas inmensas playas de Conil con auricular. Escuchaba canciones escogidas de entre mis listas de favoritas, pero me perdía el sonido de la naturaleza, el rugir del mar, el viento siempre presente en Cádiz. En casa, a determinadas horas de la tarde, mientras escribo, se escuchan las golondrinas a través de la ventana.

Nunca existe el silencio absoluto, ése dicen que sería insoportable, pero sí podemos elegir el silencio de la introspección, nuestra dosis diaria de clausura, el dejar venir los fantasmas y sudarlos, el soñar la consecución de nuestros proyectos y sonreírnos, el pensar en la vida de los que queremos, con calma, dedicando horas a sentir como sienten ellos; encontrar el espacio para imaginar el mundo entero o a trozos.

Bucear hacia dentro para sincronizarnos con la naturaleza a la que pertenecemos y entender, aunque sea por ínfimos instantes preciosos, esa parte de nosotros que es inmortal.

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