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martes, marzo 22, 2016

Tracey


Mi adolescencia fue infinitamente más desasosegante que cualquiera de los peores días de mi última década. El período del nacimiento a la edad adulta está inundado de complejos, hormonas aceleradas batiendo en cualquier dirección y horizontes normalmente brumosos en que no se adivina un camino claro.

Fue en esa época a medio camino entre el colegio de curas y la universidad pública cuando descubrí a 'Everything but the girl'. Dormía una siesta y en mis sueños se introdujo 'The language of life'. Tuve la suerte de despertar antes de que el locutor pasara a la siguiente canción, con el tiempo de apuntar el nombre del grupo. 'Todo salvo la chica'.

Compré todos los vinilos existentes y los CD futuros conforme iba haciéndome un hombre. Estudiaba horas y horas con la música de Ben Watt y la voz de Tracey Thorn, que cantaba para mí desde Londres mientras yo veía mi mundo personal extraviado por mil sitios en una casa que se medio deshacía con la desaparición de mi madre.

Un día de soledad, ésos en que uno cree que no será capaz de llegar a ningún lado y todos los amigos parecen falsos, escribí una carta manuscrita desde mi habitación de estudiante. Con un inglés de Planeta Agostini les conté lo que significaba su música para mí, tratando de evitar en lo posible la ñoñería de quien se siente obnubilado.

Una tarde, semanas después, llegó mi padre con una carta que tenía el sello de la reina de Inglaterra.

Ben me escribía con boli y a mano, agradecía mis palabras con frases sensibles bien dirigidas al chaval que era yo y me aseguraba que un día vendrían a tocar para mí a la 'beautiful Seville' en que yo vivía. Tracey firmaba la carta.

Tengo 48 tacos y aún recuerdo la inmensa emoción de esas líneas dirigidas a ese chaval que un día fui.

Yo existía.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

..me encanta leerte. Unas veces evocas recuerdos, otras dibujas sonrisas, remueves conciencias, haces pensar.. Besos.

Salvador Navarro dijo...

Seas quien seas, que sepas que me ha llegado mucho este comentario. Hay días tontos en que uno piensa que escribe en el aire... Un beso grande

Salvador Navarro dijo...

Seas quien seas, que sepas que me ha llegado mucho este comentario. Hay días tontos en que uno piensa que escribe en el aire... Un beso grande