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domingo, diciembre 27, 2015

Pena

Intento aplicarme una máxima: nunca des por supuesto el estado de ánimo en el otro. Lo hago porque, incluso en quien menos te imaginas, pueden circular las mayores tragedias personales ocultas tras una sonrisa o un semblante neutro. Tragedias que pueden pivotar en torno a complejos físicos, enfermedades reales o ficticias, ansiedades o frustraciones, timideces estrambóticas o miedos irreprimibles.

Cuanto más cerca tuya está el otro más fácil es que las palabras desanuden esos terrores internos que impiden respirar a pleno pulmón. De ahí que uno, pienso, deba estar atento a los signos, sutiles la mayoría de las veces, que denotan que alguien querido, o cercano, se reconcome por dentro.

Eso no me impide, sin embargo, huir de los profesionales de la pena, de aquéllos que no han querido trabajar en su vida su parte sana y llevan todo el día puestas las gafas de ver nubes negras. Los del 'no' por respuesta y la excusa por bandera, que venden su sonrisa a precio de oro sin tú siquiera querer comprarla.

Suelen ser, estos profesionales del drama, los que justifican tu buen humor en malas prácticas, tus ganas de vivir en falta de principios o excesiva ingenuidad, y que se regodean anunciando los males que vendrán en cuando te descuides. Los del 'ya te lo dije', que disfrutan con los batacazos ajenos.

Gente que no se entera de que no son centro del mundo y que pasan por la vida haciendo menos fácil la vida de los demás, vendiendo banderas negras.

1 comentario:

Fesaro dijo...

Cuanta razón, banderas negras deberían de ondear si son en naves piratas que con patente de corso, se disponen a asaltar la vida para robarle sus tesoros mas preciados.