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domingo, octubre 11, 2015

Instantes

Hay instantes que borran mil desengaños.
Fue un desgarrador wasap de Montse hace unos meses el que me removió por dentro y en el que me hacía partícipe de un inesperado episodio de salud que le obligaba a introducir una pausa en su intensa y brillante vida laboral para dedicarse a cuidar de sí misma con todo su empuje, que es mucho y bueno.
A esa noticia demoledora siguió una bajada de ella a Sevilla para vernos antes de comenzar el tratamiento. El almuerzo en el Eslava fue una delicia, con la sensibilidad de nuestra amistad a flor de piel.
De Montse guardo escenas imborrables de veinte años atrás, cuando empezamos a trabajar en Renault y nos planteábamos si estábamos hechos para ese trabajo industrial, vestidos de monos azules y portando una caja de herramientas recién salidos de la universidad. Nos tomábamos con humor nuestros desconocimientos e hicimos piña con los compañeros de mantenimiento con los que nos tocó trabajar. Sabíamos que la empresa nos estaba formando, que llegarían tiempos en los que nos sentiríamos más útiles y que, a fin de cuentas, éramos unos afortunados.
Como dos personas que se quieren, fuimos haciendo vida fuera del trabajo, conociendo nuestras familias, los amigos, los amores.
Llegó el día en que su amor tiró de ella hacia Madrid; la vida no tiene puertas. Y con Montse se fueron unas risas contagiosas que aún hay compañeros que recuerdan entre las altas naves de la fábrica.
La distancia nunca fue el olvido para nosotros. Emocionante fue cuando ella me contó con la lágrima saltada en un bar de Atocha que iba a ser madre, o cuando coincidimos un frío invierno en Grazalema para celebrar el fin de año, o aquella tarde en que me presentó mi novela de Andrea en un café madrileño, con su niña correteando entre el público.
Este pasado viernes quise compartir con todos aquéllos que acudieron a la presentación de mi última novela por qué la dedicatoria iba dirigida a ella, pero no me dio tiempo a terminar. Fran me hizo gestos desde el fondo de la sala para que me callase; Montse había cogido un AVE esa misma tarde para entremezclarse entre el público sin que yo me apercibiese. El abrazo que nos dimos entre aplausos me pareció el principio del fin de este episodio amargo que le ha tocado afrontar como lo hacen las personas que aprecian la vida.
Hay instantes que te hacen ver que el mundo podría ser maravilloso.

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