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lunes, mayo 04, 2015

Tono

Esperaba impaciente a mi amiga Bárbara en la Avenida de la Constitución, hace muchos años, no sé dónde íbamos ni por qué la prisa; el caso es que estaba cabreado. Le envié un mensaje al móvil para preguntarle por su tardanza y ella me respondió con una frase aséptica en que decía que estaba a dos minutos, llegando. Yo, conociéndola, me la imaginé haciendo gestos al aire criticando mi eterna obsesión por la puntualidad, machacando el móvil con palabras de enfado. Veía que la noche se estropeaba por mosqueos infantiles.

Dos minutos después Bárbara llegó con una sonrisa enorme y me contó una historia divertidísima que me hizo olvidar mis prisas y su supuesto cabreo.

Somos demasiado egocéntricos como para saber ponernos en la piel del otro, tendemos a interpretar las razones por las que los que nos rodean no cumplen nuestras expectativas. Vamos en línea recta hacia aquéllos argumentos que nos reconfortan para justificar nuestros errores y criticar los despistes en los demás.

El tiempo me ha enseñado a no dar nunca por supuestas las circunstancias en los demás.

Los otros me escriben mensajes, el tono de éstos debo admitir que lo pongo yo.

2 comentarios:

Mulliner dijo...

Es un asunto lateral de tu entrada, pero no me aguanto las ganas de criticar la impuntualidad sistemática de la gran mayoría de la gente del sur (yo soy de ahí), parece que son incapaces de entender lo que la puntualidad significa y muchos ponen cara de alucinados cuando les explico que no es lo mismo las 8 que las 8 y media (o las 9).

Salvador Navarro dijo...

Es una reflexión en la que coincido contigo, Mulliner, y sobre la que he escrito en varias ocasiones: http://salvador-navarro.blogspot.com.es/2012/05/despiste.html

Gracias por leerme