El día a día nos exige tanto, que a veces perdemos el norte. No hay nada menos enriquecedor que actuar como un autómata apaga-despertadores cada mañana con la única ilusión de esperar que, para los que tenemos suerte de tenerla, la jornada laboral acabe. Hacer la compra de cada día, ver el programa de televisión de turno y leer las patochadas que más de uno de nuestros amigos habrá escrito en facebook.
En nuestros reconcomes diarios siempre tenemos la respuesta guardada en una caja de fácil apertura con resorte ante la pregunta de cómo nos va la vida: 'Estoy bien, gracias'.
En las relaciones humanas se valora lo fuerte, lo estable. Tiende uno a refugiarse al calorcito de la gente que no da problemas, que camina firme, siempre con proyectos y sonrisas que repartir.
Nos dejamos llevar por quienes nos dan seguridad y forzamos cimentar bien la nuestra, para no crear equívocos que nos hagan seres vulnerables, menos atractivos a la luz cegadora de los infinitos ojos que nos miran.
Una relación de amor total, en la que dejemos por el suelo de nuestra habitación corazas, máscaras, poses de controladores de la realidad compartida, nos debería llevar alguna noche, muchas noches, casi todas, a poder decirnos con total sinceridad lo que un día escribiese Kundera:
Quiero que seas débil. Quiero que seas tan débil como yo.
2 comentarios:
Somos tan débiles, como nuestra carne. Un pinchazo con un alfiler nos hace daño, aunque no lloremos.
Todos llevamos mascaras.
Yo llevo fachada. Me la construí con las piedras que me tiraron.
Besitos de miércoles....... queda menos para el viernes.
A veces sale muy caro quitarse la fachada y ser uno mismo pero los que pagaron ese precio, a la larga, amortizaron la inversión.
Sólo hace falta armarse de valor.
Fernando
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