Hay un sustantivo que me resulta horrible y, más veces de lo que yo quisiera, es utilizado por gente que me quiere para definirme.
‘Eres un tío con prejuicios’
Me duele, evidentemente. Como persona interesada en progresar por el buen camino, trato de razonar por qué a veces se me valora de ese modo.
Analicemos la palabra. Prejuicio.
Según leo en el diccionario:
‘Juicio que no está basado en la razón ni en el conocimiento, sino en ideas preconcebidas’.
Si razonamos al extremo, nunca podría ser amigo de un fascista. ¿Sería eso prejuicio? Entenderíamos que no. No se trata de ideas preconcebidas, sino de hechos constatados. Un fascista tiene ideas totalmente incompatibles con las mías. No podría establecer una relación de amistad con esa persona.
Pero, claro, eso es irse al extremo. Demasiado fácil de razonar.
Sin embargo, es cierto que muestro cierto resquemor a relacionarme con gente excesivamente religiosa, o folclórica, o pija, o superficial, o charlatana, o muy de derechas… Y pierdo grandes posibilidades.
Esta semana tuve la oportunidad de cenar con una empresaria sevillana hiper-pija. Coqueta, guapísima, emprendedora, de conversación hilarante, de mirada directa a los ojos. Me hablaba de la gentuza que se encuentra por la ciudad, de sus asistenta venticuatro horas… pero pasé una gran velada.
El pasado viernes me encontré con una llamada inesperada. Estaba en la playa y un amigo del que ya había perdido su número (no expresamente, simplemente el cambio de móvil me ha hecho perder muchos teléfonos de gente cercana) me llamó. Le animé a venir a cenar al bar de mis hermanas. Se presentó con un grupo de sevillanos, típicos en el sentido ‘estándar de la palabra’, flamenquitos, ‘graciosos’, habladores… Yo me dejé llevar. Me invitaron a la cena, me insistieron en tomar una copa con ellos. Encantadores.
Este domingo de puente de noviembre nos fuimos dos parejas a una casa rural, de éstas ‘con encanto’, a Marbella. Esta misma mañana tuvimos una conversación con la dueña mientras desayunábamos. En su discurso se mezclaban latigazos políticos que no dejaban lugar a dudas, pasando por la derecha al PP, al que casi demonizaba. Sin embargo nos habló de su recorrido vital por Colombia, Argentina, Marruecos, Bali… De qué descubrió en esos lugares, del placer que le supondría vivir en Senegal, entre negros que viven su religión sin estridencias y aman una vida pausada…
Nunca seré como ellos, pero ahí están… Mis prejuicios seguirán, pero yo iré luchando por moderarlos, sin dudas ganaré como persona.
2 comentarios:
Los prejuicios no son más que desconocimento de lo distinto, falta de interés por conocerlo y cierto grado de intolerencia.
Posiblemente prejucios es falta de cultura. Es un tema muy amplio para discutir o hablar.
Pero la sociedad de hoy en día es propensa a crear prejuicios en los estamentos sociales. Cada lo veo de una forma más evidente y tajante. Solamente hay que mirar a nuestro alrededor.
Buena reflexión Salvador
Miguel
PD: Soy de Marbella, si lo llego a saber te indico algunos rinconcitos no invadidos por turistas.
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