Los días de más de vacaciones, en estas largas fiestas de navidad que desgraciadamente me está dando la crisis del automóvil, me están permitiendo cambiar los hábitos, en cosas sin importancia más allá de la anécdota.
Durante años siempre he salido de trabajar a las tres de la tarde, por lo que si quiero ver el telediario en casa, siempre lo cojo empezado.
No podía imaginar, en estos días que tengo tiempo para preparar la comida con la tele encendida, hasta qué punto podía llegar el mal gusto, la falta de cultura, de ética profesional y de miras de futuro de nuestra televisión pública española.
Al parecer, los españolitos que estamos a la espera de que empiece el telediario de las tres de la tarde tenemos que tomarnos el aperitivo tras una cámara en las inmediaciones de una casa familiar de Ubrique, que además tenemos que saber que se llama Ambiciones, que allí vive una familia que se llama Janeiro, cuyo mérito para salir a esas horas de máxima audiencia es… perdón, esa parte me la perdí; tenemos que almorzar entrándonos por los oídos las declaraciones groseras de una mujer que se casó con un torero del citado pueblo cuyo único mérito es ése, haberse casado con un torero, para oírla hasta en la sopa diciendo memeces. Hay que soportar que el niño de una folclórica, que seguramente no sabe hacer la O con un canuto, preceda las noticias de España y el mundo para que nos cuenten con qué rubia se ha enrollado la noche anterior o qué discoteca le ha pagado para que se ponga ciego de whiski y así salir en el programa de máxima audiencia del día siguiente.
Una mujer con mucho glamour nos cuenta todo esto sin que nadie se escandalice.
País…
1 comentario:
La pregunta es: ¿nos reímos de estos personajes por evasión, por que son más patéticos que nosotros mismos, o son ellos los que se ríen de nosotros?
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