No hay mayor vergüenza en la historia reciente del hombre que el holocausto judío lanzado por Hitler y consentido por buena parte del pueblo alemán y no pocos dirigentes fascistas de la época.
Hoy almorzamos viendo imágenes espeluznantes en Gaza. Bombardeo indiscriminado ordenado por el gobierno israelí. ¡Más de doscientos muertos!
Sin ser comparables, ya van demasiadas andanadas mortíferas, brutales y sin sentido por parte del Estado sionista.
Entiendo la razón de la existencia de este Estado, más aún después de los actos criminales que condenaron al escarnio, las cámaras de gas y las torturas a millones de judíos por el hecho de serlo.
No entiendo y condeno desde mi posición humilde esta nueva acción militar en la que hemos podido ver civiles reventados en su propia sangre.
No se puede argumentar con el terror, no en nombre de Dios ni de ninguna religión. No podemos permitir más la pervivencia en este siglo XXI de un conflicto que nos llena de vergüenza desde hace tanto tiempo.
Ahora vendrá una salvajada palestina, igualmente condenable antes incluso que se produzca, y de nuevo el círculo que se cierra.
¿Cuál es la razón para no llegar a un acuerdo, para dar a los palestinos el trozo de tierra y la dignidad que les corresponde, cómo se puede medir con tan doble rasero a unos y otros?, ¿cómo pueden tener tanto apoyo en el pueblo israelí carnicerías como éstas, un pueblo culto, maltratado por la historia, denunciador de torturas pasadas?
No podemos quedar ajenos a las caras de pánico de los niños siendo llevados a los hospitales de Gaza. Los gobiernos del mundo tienen que estar a la altura, condenar sin paliativos esta acción y poner todas las bases, la paciencia y los argumentos diplomáticos para que el Estado de Israel sea lo que casi todos queremos: un país cordial, con un lugar en el mundo propio y merecido, respetuoso con los derechos del hombre, conciliador con sus vecinos, enseñándonos que su camino en la historia de la humanidad tiene sentido, heredero orgulloso de Moisés y Abraham; no mortífero y carnicero.
1 comentario:
Abraham y sus estirpe hasta David y Salomón fueron guerreros, feroces reyes para con sus enemigos. Los antecedentes no pueden ser peores a la hora de buscar sentido común para un acuerdo de paz entre radicales religiosos de ambos bandos.
De todas formas, lo más siniestro de todo esto no son las bombas israelíes ni los cohetes de Hamás... Son las fortunas que lejos de las alambradas y el dolor, alimentan la guerra y compran el perdón en nombre de un mismo dios con distintos nombres. ¡A ver si baja de donde esté y pone un poco de orden y cordura entre su gente!
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