Acabábamos de cenar en La Esquina, un mexicano de carta corta y música altísima instalado en un subterráneo al que hay que acceder por la cocina, en el Soho.
Fuimos a tomar una copa a un bar de música en directo. Habíamos dejado a Iván en la casa, Fran fue al baño y pedimos 2 gintónics y una tónica para Raquel.
-40 dólares -me pidió el que parecía ser propietario de ese pequeño antro.
Le pasé mi tarjeta y la rechazó.
-¡Cash! -nos dijo de malos modos.
-I don't have cash.
Le quitó de un manotazo a mi hermana la tónica que empezaba a beber y tiró los dos gintónics al fregadero con toda la mala hostia imaginable. Nos quedamos de piedra.
-¡Me cago en tu puta madre! -le dije-. Fuck you! -insistí, imitando al peor cine americano.
A esto llegó Fran y se encontró el pastel. Fuimos a la salida con un cabreo de mil demonios.
-¡Bore, cuidado! -gritó mi hermana.
El dueño había salido de la barra y se encaró conmigo. Nos dijimos lo más grande cada uno en nuestro idioma.
Qué miedo da el ser violento que todos llevamos dentro.
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