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martes, agosto 25, 2009

Dejarse oír

Es tan frecuente como insoportable estar en espacios públicos, llámese AVE, aeropuerto, salas de espera…, y tener que soportar las conversaciones telefónicas, con móviles de última generación, que a voz en grito mantienen personas (personajes) que relatan a los cuatro vientos los contratos que su empresa ha firmado, los próximos viajes a China, la devaluación del euribor, el 4x4 que se van a comprar el próximo mes.

A veces pienso que no hay nadie al otro lado de la línea de sus teléfonos.

Estas actitudes reflejan un egocentrismo desfasado, una falta de educación impropia de los estudios que aparentan, una soberbia a prueba de bomba.

No creo que sea difícil de entender que la vida de esos desconocidos no nos interesa, ni sus negocios de altos vuelos. Estos personajes venden estrés al mundo exterior, como si de un perfume se tratase. Oler a estrés para mostrar que su vida es más válida e interesante que la del mortal medio.

A mí me gusta que me hablen las personas que yo elijo. En los asientos de los trenes, si estoy solo, prefiero tener mis sentidos concentrados en cosas más enriquecedoras que conocer cómo de amplia es la nómina de un ejecutivo que, tal vez, no tenga con quien hablar cuando llegue a casa.

1 comentario:

nosequé dijo...

Dicen que quien habla a gritos no tiene nada que decir y otro refrán, dice: dime de que presumes y te diré de que careces.
A lo mejor sólo son seres solitarios.