‘No imaginas la estrategia diaria que me tengo que montar para ser feliz’, me dijo una persona cercana hace pocos días.
Yo no sé si he llegado a ese punto, creo estar bien lejos. Pienso que mi vida se desarrolla de forma plena sin necesidad de acudir a estrategias, pero dejé bien grabado el mensaje porque sé que llegará un momento en que quizás tenga que hacer uso de él, si no lo estoy haciendo ya.
Ese comentario me sirvió además para poner en duda todas las valoraciones internas que podía hacerme de esa persona. Nadie conoce a nadie, como decía la película.
Pasamos por esta vida tan deprisa, a veces, que no imaginamos los conflictos internos, las inapetencias, los dolores que se gestan en gente a la que queremos y creemos conocer.
En cuanto a las estrategias en sí, me parece perfecto e incluso recomendable. De hecho, inconscientemente, nuestro cuerpo se va haciendo a estrategias impensables cuando éramos jóvenes e imaginábamos el futuro, nuestra vida, de otra manera. Los muertos, los apuros económicos, las disputas familiares, la dureza de la vida laboral, la confirmación de la dificultad para poner la guinda a nuestras ilusiones, las amistades eternas rotas. Todo va calando, haciéndonos sentir menos, no mirar hacia determinados lados, establecer rutinas para no hundirnos en la cama al sonar el despertador cada mañana.
Si encontramos razones, métodos, trucos para sacarla de otro lado, bienvenida será esa sonrisa. Ya no sólo por los demás, sino por vernos cada mañana en el espejo a nosotros mismos, cada día un poco más viejos, y guiñarnos el ojo para insinuar a ése que te ve desde el otro lado del cristal mágico que siempre hay algún motivo para tirar ‘palante’.
He leído en muchos estudios que una de las franjas de edad más felices es la que comienza a partir de los sesenta años. ¿Cómo se podría explicar si no es a base de estrategias?
2 comentarios:
¿Estrategias para ser feliz?
Ni idea.
Vivir cada minuto, todo: bueno y malo.
Compartir todo, lo malo es menos malo y lo mejor se hace insuperable
Mi felicidad es la infelicidad para el de enfrente.
Lo qué si he aprendido, que los mejores momentos y que en la memoria se quedan como felices, son lo que no necesitas dinero.
Creo que la felicidad es una utopía necesaria, un supuesto punto al final del camino, un equilibrio total e inalcanzable, un objetivo ficticio, un acto de fe, de voluntad. No se trataría de lograr ese equilibrio imposible, sino de estar lo menos desequilibrados que podamos. Luego están esos retales de felicidad -un gesto, una situación, una coincidencia- que nos rodean cada día y muchas veces no somos capaces de distinguirlos porque no creemos que eso sea la felicidad, cuando seguramente lo sea. Cada uno con su estrategia (o su no estrategia) :-)
Publicar un comentario