Me pidió revisar el dosier con él antes del día D, así que me planté en su despacho.
Abrió su powerpoint y comenzó a explicarme el detalle, pero lo interrumpí.
—Piensa que soy él y mírame a los ojos.
Descolocado, volvió a empezar. De nuevo lo interrumpí.
—Olvídate del ordenador, cuéntame en dos frases qué quieres contarle.
Incómodo, empezó a hablar.
—No digas —le dije— lo que vas a intentar hacer. ¡Vas a hacerlo, sin dudas!
Recomenzó de nuevo.
—Habla bien de todos los que nombras. Dile que va a ser un éxito tu proyecto. Aclárale que todos han dado su acuerdo a este dosier. Evítale las preguntas grandes.
Me volvió a repetir la entradilla.
—Ahora sí, ahora ya me puedes enseñar lo que has preparado.
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