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miércoles, diciembre 05, 2018

Tánger

Llegamos en ferry a Tánger desde Tarifa tras acordar dos días de trabajo en las plantas que Renault tiene en esta ciudad y Casablanca. Una serie de retrasos provocó que llegásemos sin almorzar y bien entrada la tarde a las oficinas de Europcar en la ciudad. Se mezclaban dos ansiedades: visitar la medina antes de que cayera el sol y comer algo sólido.

Con indumentaria impuesta, decoración infame y simpatía desbordante nos acogió el chico del 'rent a car' con un español bien currado.

-Ustedes no tienen prisa, ¿verdad?

Le puse una cara de pocos amigos que no supo interpretar. Me preguntó mil cosas innecesarias para firmar el contrato mientras Fernando fumaba su cigarrillo electrónico en la calle. Media hora después, tras imprimir y tachar no sé cuántos papeles, me entregó la documentación.

-¿Es tarde para comer algo por esta zona? -me atreví a preguntarle.

-'No hay algo que se llama tarde aquí' -me respondió con un español hecho a pedazos. Yo apunté la frase en el móvil, por rotunda.

Dos días después, por circunstancias que no vienen al caso, tuvimos que adelantar el retorno a España desde Casablanca. Las oficinas del alquiler de coches abrían a las dos y media, lo que nos hacía temer no poder coger el ferry de las tres tras entregar el vehículo. Llamamos a Europcar y nos atendió el mismo tipo con idéntica buena disposición.

-No se preocupen, abriré media hora antes y os acercaré personalmente al puerto.

Así fue. Nos dejó a los pies del barco con una sonrisa y tiempo de sobra para tomar un café, en una muestra impecable de profesionalidad impensable en otras latitudes más 'civilizadas'.

'Allí no hay algo que se llame tarde', pienso hoy desde mi atalaya; de eso tenemos de sobra a este lado del Estrecho.

1 comentario:

Fesaro dijo...

Me encanta, viajar y tener una anécdota como esa te da y enseña maneras de vivir. Autentica leccion.