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domingo, mayo 06, 2018

Purple

Como Supermán, yo tengo mi kriptonita en forma de canción.

Di un paso al frente ante el agotamiento general en lo anímico y lo físico. Recién cumplidos mis dieciocho, en un septiembre calurosísimo, me ofrecí para quedarme a dormir con ella. El final se vaticinaba tan cercano que no había planes posibles.

Me llevé mis walkmans y cintas de cassette grabadas de los 40 principales. Coloqué mi chiringuito de libros y cintas junto a su cama de hospital, le di un beso en la frente y me dispuse a pasar la noche más larga.

Hace unos años me dieron mis hermanas un sobre ocre en el que ella escribía sus últimos años. Se dirigía a cada uno de nosotros para decirnos qué soñaba de nuestras vidas venideras. Nunca he conseguido la fuerza para abrir el sobre y enfrentarme del tirón, treinta años después, a las reflexiones de mi madre acerca de un futuro que ya nunca sería de ella. Me aseguro de que está a buen recaudo, lo paso de la librería a una cajonera, lo meto en carpetas distintas, pero no lo abro.

Hacía un calor surrealista y ella me pedía que le mojara la frente. Yo desconectaba la música, me sentaba en su colchón y le pasaba la gasa húmeda por la cara. No sé hasta qué punto me reconocía ya. Me miraba fijamente y confirmaba ese placer primitivo de alivio.

-¡Qué fresquita!

Yo volvía a mi asiento, le agarraba la mano y volvía a escuchar 'Purple rain'. Le daba volumen para escapar de allí, para no oír su respirar agitado ni enfrentar sus lamentos agudos.

Creo recordar que me apretaba las mano, que me miraba a los ojos, que me sonreía para evitarme asumir el horror de su muerte.

Tuvimos una cena hace poco en casa, y apareció el sobre entre mis papeles. Vi la última página. Me pedía que fuera ordenado, que cuidara de mis hermanos, que estaba orgullosísima de mí. Hablaba a mi padre para decirle que era lo más hermoso que jamás le había pasado.

Esa noche oscura, siglos después, dejó aparecer por la ventana un tímido rayo de sol.

No puedo oír 'Purple rain' sin desbaratarme por dentro.

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