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viernes, febrero 02, 2018

Sardasthi

No entendieron mi pronunciación del nombre de esa mujer al llegar a las oficinas de Renault en Teherán, pero a base de pistas que pude darles consiguieron localizarla.

Ya desde días antes había ido orientando la organización de mi viaje, tanto como el objeto de la visita, en mensajes cercanos y detallistas.

Tras muchas horas de ruta junto a Sardasthi por carreteras iranies acudiendo a concesionarios, visitas guiadas a las instalaciones de las fábricas que Renault gestiona en el país y tras varios almuerzos y cenas compartidos, no pude sino expresar a su jefe, en presencia de ella, que estaba maravillado por las cualidades técnicas y capacidad organizativa de esa mujer cercana.

No sé si es machista decir que un hombre difícilmente puede acaparar tantas virtudes como las de Sardasthi, porque el hombre, torpe, oculta la parte emocional y afectiva, o simplemente carece de la actitud o valor de explotarla sin complejos.

Ahora que temina mi semana de trabajo en Teherán, siento la pérdida de un ángel custodio en forma de mujer de cuarenta años, con acne mal cuidado y velo negro.

Sus compañeros, torpones y lentos, me hablan de ella como una madre que les organiza el trabajo; su jefe me dice que tiene plena confianza en ella desde que le encarga cualquier proyecto; los concesionarios se entregan a sus decisiones a pesar de los incidentes a los que a ella se hace responsable de resolver; en las reuniones lleva la voz cantante.

Uno piensa en Iran como un país complicado, falto de libertades y radical en sus posicionamientos religiosos. Todo es verdad. Como también lo es que existen Sardasthis y que yo tuve el placer de ponerle cara a una de ellas, una mujer trabajadora y brillante que recela del sistema politico de su país, que habla de su familia con pasión, tal vez evitando escalar posiciones por no abandonar su ciudad de siempre, y que resuelve los problemas técnicos de una gran empresa sin perder en ningún momento la sonrisa.

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