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viernes, febrero 16, 2018

Dentro

Una pregunta recurrente que se nos hace a la gente que escribimos es identificar cuánto de nosotros hay en las experiencias que narramos, cuántos de nuestros personajes son gente conocida, en un intento naif de justificar ante sus ojos las ganas que podamos tener de contar historias.

No se suele narrar la vida de gente plana, mis novelas se llenan de protagonistas con aristas, los conflictos al límite se entrecruzan y acabo por preguntarme, como un lector más de mí mismo, inmerso en la construcción de esos mundos que objetivamente no son los míos, dónde encontré la chistera de donde sacar tanto conejo.

No dudo que todos los defectos están en mí, y todas las virtudes; todas las perversiones están en mí. Los intentos de gritar, de abandonar, de amar; la vanidad, el remordimiento, el viejo que aún no soy, el niño que fui; los complejos, la desfachatez, la bondad perfecta y el rencor. Todo está en mí y en el grado en que yo lo quiera encontrar. Sólo tengo que concentrar todas las lupas, hacerme con los más precisos audífonos, buscar la calma absoluta, olvidarme del mí actual, conseguir bisturís de extraperlo y maniobrar por ahí dentro a la captura de esos infinitos personajes que tengo por ahí danzando; darles su espacio, acariciarlos, reírme con ellos y de ellos al tiempo que me río de mí, me condeno y me perdono, dejo los pudores arrumbados entre cerrojos para concentrarme en el pomposo disfrute de construir frankensteins creíbles con retazos del volcán que todos llevamos dentro.


2 comentarios:

Mª Ángeles Bk dijo...

Pues me encanta esta reflexión que planteas porque precisamente hace mes y pico planteaba yo en twitter cuánto de las vidas de los autores hay en sus novelas y todos me salieron con que era pura invención. Y haber, debe haber, ¿cómo si no se puede expresar rabia, dolor, rencor, amor...con veracidad si uno no los ha sentido? No creo que baste con imaginar.
Besos

Salvador Navarro dijo...

No es tanto que yo haya vivido las peripecias de mis personajes, que sí son inventadas, sino que las emociones que se desprenden sí nacen de mí. Gracias por tu comentario, María Ángeles