Son tantas las ocasiones que tenemos en el día a día de hacer un poco la vida más agradable a los demás, que no se entiende el despropósito de los malos gestos y la falta de modales con que nos enfrentamos a diario en cualquier cruce de calles de nuestras ciudades.
El esfuerzo de agradecer, ofrecer una sonrisa o decir unos buenos días no tiene precio. Sin embargo, en esta sociedad tan avanzada en la que vivimos parece que no está en los principios educativos mostrar esa elegancia vital.
A mí me alegra el corazón que me haga un gesto de agradecimiento, simple, alguien que atraviesa por un paso de cebra tras frenar yo el coche. Sí, está en su derecho y es mi obligación parar, pero no está de más un leve movimiento de mano para decirme, lo aprecio.
Dar las gracias cuando alguien se levanta para dejarte pasar al ir a ocupar tu asiento en el cine, cuando te entregan el pan en la tienda, al apartarse en la acera para dejarte pasar cuando vas cargado, cuando algún compañero de trabajo te echa un cable…
No me resulta soportable la gente, amigos cercanos incluso, que gritan al camarero pidiendo una cerveza o unas tostadas, sin mirarle a la cara ni decirle gracias al ser servidos.
En la vida hay tres, cuatro, no más de cinco decisiones transcendentes que marcan nuestros destinos. En esas ocasiones hay que saber actuar con nobleza a sabiendas que podemos dar pasos equivocados.
Pero en las pequeñas decisiones, en los gestos sencillos, invisibles a casi todo el mundo salvo a quien tienes enfrente, no hay que dudarlo. Un guiño puede ser suficiente. Una sonrisa es de notable. Una palabra afectuosa, de sobresaliente.
3 comentarios:
Un guiño puede ser suficiente. Una sonrisa es de notable. Una palabra afectuosa, de sobresaliente.
Son preciosas estas frases
Esos guiños son gratis, si hubiera que pagar, seguramente lo harían.
Te echaba de menos, querida Nosequé...
Completamente de acuerdo en que se ha perdido el "gracias" cotidiano (y el "perdón" también). Y ahí puede estar uno de los orígenes de muchos acontecimientos que últimamente sorprenden a la opinión pública y que pretendemos solventar con una ley. Y eso es imposible. A veces tengo la sensación de que un gracias es visto por muchos como una muestra innecesaria -incluso definitoria de una cierta desconfianza- cuando se trata con amigos o con tu pareja: aquello de "es mi amigo, no hace falta que dé las gracias".
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