No hace falta ser muy perspicaz para comprender la asociación de ideas que rápidamente he hecho con tantas otras madres sevillanas y las vírgenes correspondientes.
Hojin Lee es un coreano de 40 años que apareció, con previo aviso, hace dos semanas en Sevilla para realizar un trabajo de largo plazo con la fábrica de Renault. Lo recibí, organicé sus jornadas de trabajo y hoy, un día antes de su partida definitiva hacia su ciudad, Pusan, le ofrecí cenar conmigo.
No hizo falta más que dos cervezas para que me leyera la mano (si no mueres a los setenta, serás centenario), que tres cervezas para que me hablara de la decisión de tener su segundo hijo (un día después de que muriera su suegro, justo tras celebrar su setenta cumpleaños), que cuatro cervezas para decirme que el mundo es pequeño, que las gentes son iguales, que la vida es corta...
Me enseñó fotos de sus hijos (de pronunciación imposible), me habló de las otras vidas en las que cree, me invitó al último gintónic y me agradeció en el alma, con un abrazo fuerte y tímido en la puerta del hotel, haberle invitado a esta cena.
Mediocres los que ven en los rasgos asiáticos simplemente chinos, estúpidos quienes ven en la raza un signo de diferenciación.
En Hojin Lee he encontrado a Corea, unos ojos agradecidos, ganas de conocer el mundo. Pena que mi inglés no llegara a las sutilezas de entender cada risa, cada gesto de Hojin Lee.
Para siempre su llavero.
1 comentario:
Recordatorio: buscar un profesor para clases de conversación en inglés.
Saludos amables
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