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lunes, marzo 31, 2008

La autoestima de Andalucía

Cuando desde fuera se acusa a Andalucía de indolente es como si agrediesen a mi propia familia.
Que me duela Andalucía no responde a un nacionalismo que pudiese ser respetable, me duele porque es la tierra donde nací.
Si en algo considero que educa Andalucía a los que nacemos en ella es en entender el verdadero sentido de la vida. Tener vidilla.
Cuarenta años de vida muy viajera me han permitido concluir con esta reflexión. Entender la vida, saber decir las cosas, tener mano izquierda, no asustarse por tonterías, reírse de uno mismo, desmitificarlo todo.
A Andalucía me gustaría, sin embargo, verla crecer.
Cuando una persona quiere progresar, debe aplicarse una receta muy sencilla: Creer en sí misma. A partir de ahí, quererse. Una vez uno se quiere, no sólo cree en sus posibilidades de evolucionar, sino que lo hace.
Siento que a Andalucía le falta autoestima. Hablamos alto en los bares, a gritos, contamos chistes para enlazar una conversación con otra, presumimos de nuestras ciudades como las más hermosas, de nosotros como los más simpáticos.
Falta, por el contrario, una sociedad organizada y laica, no todo puede quedar estructurado en torno a hermandades religiosas o casetas de feria. Una sociedad construida para reivindicar que nuestra cultura es ancha, para promover nuevos retos.
Andalucía necesita una mayor cultura del rigor, que no sólo debe enseñarse en las escuelas, pero que debe arrancar en las escuelas. Si a nuestros hijos no les enseñamos que tirar un papel a la calle es incorrecto y sucio, que gritar en un bar es desagradable, que saltarse los semáforos no es legal, nos faltarán los básicos. Nuestro pueblo necesita una educación basada en la conversación, el análisis y, cuesta reconocerlo, la ejemplaridad de los mayores.
Se escribe mal, se lee poco y nuestras conversaciones de cada día abundan en la superficialidad, en lo que no queda, en la nada.
Sueño con una tierra en que los obispos pierdan fuerza en favor de los científicos, que las tonadilleras se representen a ellas mismas, donde no sea lo habitual saber de toros, ni contar chistes, ni beber en botellón.
Soñar es gratis y confío que algún día Andalucía sepa aunar su grandeza de entender la vida con la humildad que implicaría saberse aún huérfana de autoestima.
Saber que somos muy imperfectos, para querernos mucho y luchar por mejorar.
Ojalá no sea cuestión de generaciones.
Seguro que no.

1 comentario:

Anónimo dijo...

"La insoportable levedad del ser..."
Creo en el ser humano, pero no seremos verdaderos personas, hombres o mujeres de prendas, capacidad, disposición y prudencia, hasta que no seamos conscientes de la importancia de ser trascendentes. Escribir un libro, plantar un árbol y tener un hijo, las tres claves para la autorrealización son, en definitiva, ser trascendentes. Cuando seamos consecuentes con nuestros actos y sepamos trasmitir a nuestros hijos que cada una de nuestras acciones tiene una implicación (principio de acción y reacción) estaremos creando hombres y mujeres capaces de hacer de nuestro entorno y nuestra tierra algo de lo que sentirnos orgullosos.