No quiero reflexionar acerca de las tendencias políticas, ideológicas o sociales de la prensa que podamos preferir (aunque tal vez en mi razonamiento las evoluciones sean distintas según a qué tipo de periódicos nos sintamos más unidos).
Con el tiempo he percibido una tendencia en mí a filtrar.
Leer prensa te cultiva. Es difícil que un lector asiduo de prensa (de los disfrutadores de lectura pausada) no sepa situar Sri Lanka en el mapa, no conozca el nombre de los últimos primeros ministros franceses, no sepa distinguir las grandes líneas que distinguen Hammas de Al-fatah o le suene a chino el desarrollo urbanístico de Shangai. A un aficionado a leer periódicos le suenan las cosas sin haberlas estudiado, razona en lo social sabiendo encontrar fácilmente ejemplos, sabe de los avances médicos y de los principales conflictos étnicos o religiosos. Es difícil no tener una opinión formada sobre el chiísmo, el budismo o la iglesia Evangélica americana. A quienes leemos la prensa nos provocan en un sentido u otro las leyes que tengan que ver con la Educación, lo Social, lo Económico, lo Autonómico.
La evolución del lector asiduo de prensa viene con los años. ¿Hacia dónde dirigimos nuestras miradas?, ¿qué nos llama más la atención?, ¿a qué apartado dedicamos más tiempo?
Es consustancial con cada persona dedicar más interés a la prensa rosa, a los deportes, a las necrológicas, a lo local, a la política nacional o a las grandes desgracias mundiales. Pero con el tiempo, al lector medio que dirige sus miradas de forma equilibrada a todos los focos, va tomando más fuerza lo duradero, lo perdurable, aquello de lo que podemos aprender.
En mi caso es así y, como no me considero un bicho raro, pienso que esa tendencia debe ser humana, equilibrada y lógica. Con el tiempo van tomando mayor relevancia las páginas de opinión que la última bravuconada de Bush, con los años prestamos más atención a lo universal que a lo local, a lo social que a lo político (entendido como política de diseño, de la que tanto sabemos en nuestra España, política de hacer política –no de preocuparse por el ciudadano-).
Mi reflexión hace referencia al verdadero sentido de la vida y de las cosas.
¿Qué nos llevamos con nosotros?, ¿de qué hemos aprendido los de mi generación? Cuatro cosas en el fondo. Los grandes titulares en lo internacional pasarían por el fin de la Guerra Fría, la obstinación de Fidel por mantener un régimen aislado, el fracaso americano en Oriente Medio, el crecimiento poco pasional de Europa, la izquierdización democrática de Latinoamérica… lo más destacado en lo nacional pasa por la bonanza económica, el éxito a medias de la integración de las nacionalidades históricas en un Estado que, pese a quien pese, funciona, el papel ridículo de una Iglesia que se encuentra perdida, el gran avance en lo social (divorcio, aborto, matrimonio homosexual, ley de dependencia, ¿futura ley de eutanasia?)
La evolución es saber escoger, leer entre líneas, sentirnos partícipes de este mundo que corre deprisa.
Desayunarnos cada día con una foto de la que vamos aprendiendo a sacar punta, matices, enseñanzas… para que este rato que pasamos por la vida podamos sentirnos vivos, que hemos comprendido algo, que hemos aportado algo
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