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lunes, mayo 23, 2022

Alfombras

A los japoneses borrachos los meten en el asiento trasero de los taxis como si fueran alfombras.

Seguro que han inventado ese juguetillo, el del taxi con borracho incorporado, porque lo inventan todo.

Son tremendamente serios en el trabajo. En cada uno de mis muchos viajes laborales que he hecho a ese país, en distintas fábricas, ciudades y edificios de negocios, hemos pasado horas analizando con exhaustividad las cifras, hemos comparado formas de trabajar, he tomado mil apuntes acerca de buenas ideas para aplicar en mis rutinas diarias. 

Desprenden, más que sabiduría, seguridad a la hora de resolver problemas, con una mente despejada que consiguen centrar maquinalmente en el puro objetivo industrial o financiero. No se te distraen.

Casi siempre, eso sí, después de la maratoniana jornada laboral, acabábamos en algún restaurante cercano para beber. No quiero imaginar el poco tiempo que pasan con sus familias.

Beben cerveza. Mucha. Muy fría. Muy rápido. Las piden en litronas, se sientan en la postura del indio en el tatami y te llenan de continuo el vaso, por lo que es difícil llevar la cuenta. Entonces les ves ponérseles los mofletes colorados y se tocan la nariz para referirse a ellos mismos.

Yo y se aprieta la naricilla con el dedo índice tengo dos hijos, Salvador te dice uno.

Yo con el dedo en la nariz también—, vivo en Yokohama.
Yo y me tocaba la mía, que vale por tres narices japonesasalucino con lo rápido que bebéis cerveza.

Entonces llega el momento en el que uno gira la cabeza y cae dormido. Del tirón. Sus compañeros, habituados, buscan un taxi, lo estiran y lo cogen como una alfombra. Abren las dos puertas traseras y uno desde un lado empuja, el otro desde la otra puerta tira de él. Cierran y le dan la dirección al taxista.

Imagino a la mujer del hombre-alfombra un rato después, ya en la puerta de la casa, con el dedo en su propia nariz, diciendo.

Yo no me merezco esto.

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