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sábado, abril 12, 2014

Aeropuerto

Estoy encantado con mis clases de inglés.

Somos 3 alumnos y 2 profesores, nativos, uno de Londres y el otro un escocés criado en Manchester. Para definir en qué grupo entraba, me propusieron ir de cervezas. Tras tres horas hilarantes de conversación en inglés decidieron inscribirme en el grupo en el que estoy.

Las clases son en su casa, dos horas intensas en las que nos ponen en todo tipo de situaciones sin enredarnos con clases gramaticales. Paso de ser un director de supermercado que ha sido cogido robando en las cajas a través de las cámaras de seguridad, a un concursante que debe convencer a un tribunal de esqueletos con guadaña de que tiene derecho a seguir vivo.

Los dos guiris, eficientes, habladores y un poco flipados, nos preguntan por las cosas que se encuentran en esta Sevilla a la que llegaron hace dos meses a la aventura. Y se dan cuenta de que están con sevillanos atípicos que les explican las rutinas de la ciudad con ojos críticos.

Me chiflan los sevillanos que ejercen ese derecho a ser ciudadanos críticos con su ciudad.

Tuve un amigo, incondicional de lo rompedor, culto y creativo, al que cuando le preguntaban los turistas llegados a Sevilla cuál era su lugar preferido de la ciudad él respondía:

'El aeropuerto. Para salir disparado de esta ciudad cateta y ombliguista'.

Yo no estoy de acuerdo con él, pero me gusta que haya gente que se escape de ese provincianismo extremo, una forma más de nacionalismo rancio, que tienen en ciertas dosis las ciudades que se creen imprescindibles.

El secreto, seguro, está en el lugar medio. Allí donde se consigue construir un entorno atractivo en el día a día sin necesidad de regocijarse en autoalabanzas.

Esta semana Lewey, el londinense, me preguntaba por la Semana Santa. Yo le explicaba cómo se prepara la ciudad, pero en mis ojos se vería que yo no era de los que se integraban en esa estructura preparatoria...

Y entonces él me dijo: 'Creo que me iré a la playa, porque yo ya vi procesiones en Madrid y Bilbao'. Entonces a mí me salió el genio más sevillano de indignación:

'¡No compares!'

1 comentario:

Rocío Cáceres Damas dijo...

JO! que suerte poder tener clases de inglés así, yo las mías las tuve que dejar... era un aburrimiento!