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domingo, abril 29, 2012

Populismo

El populismo es un término aplicado a la política que tiene mucho que ver con incultura, la incultura que lleva al desconocimiento y éste, sin remedio, al miedo cuando las cosas, como en este período que atravesamos, no pintan bien.

Populismo es el de la Presidenta Kichner agarrando la probeta con el primer petróleo salido de suelo argentino a principios del siglo XX y mirándolo con devoción, como si de un bebé se tratase, atacando con el sentimentalismo más burdo el corazón de su pueblo. Es definir con palabras gordas la frontera entre lo muy bueno, la patria, y lo muy malo, los conquistadores que atacan de nuevo.

En la región francesa del Aisne, en una zona de paisajes de postal al pie de los Alpes, con una baja densidad de población y una población fundamentalmente rural, donde apenas existe inmigración ni delincuencia, cuyo contacto con el mundo como tal se realiza a través de la televisión, es donde más votos ha sacado el Frente Nacional de una Marine Le Pen que se vacía en cada discurso mintiendo acerca de la realidad francesa, clasificando entre patriotas, blancos de apellido Dupont, y usurpadores, vecinos del tal Dupont de otra raza, tan nacido en Francia como el primero. Cómo no va a votar el vecino del Aisne a favor de proteger al pobre Dupont contra el negro, que ellos no han visto ni de lejos, que le quita su trabajo y le amenaza por las noches.

Populismo es Hugo Chávez, o Teodoro Obiang, o Vladimir Putin que, negando a sus pueblos el acceso a informaciones veraces, múltiples y contrastadas, utilizan el victimismo de la falsa patria para azuzar a sus ciudadanos contra el enemigo invisible; pero no nos engañemos: el populismo está anclando con fuerza en Europa aprovechándose de la desesperanza de la gente, jugando con la incertidumbre a la que muchas familias se están viendo abocadas por una crisis económica, y de valores, desconocida hasta ahora.

Ni Kichner ni Le Pen explican el porqué esos 'enemigos' exteriores están ahí. Que existen contratos firmados y una legalidad a respetar en Argentina o que hubo un período de la historia en que Francia necesitó mano de obra para hacer labores que los 'patriotas' blancos no querían hacer.

A base  de estos planteamientos, hace menos de un siglo se conocieron dos grandes guerras.

Contra todo ese intento de zafia manipulación sólo queda el recurso de la cultura, la lectura, la reflexión; pero hasta eso está siendo maltratado por la coyuntura actual. La ciudadanía necesita debate, propuestas, explicaciones, una educación impecable y movilidad para salir de su territorio, para comprobar que el vecino no es peligroso por ser negro, sino que al negro lo han maltratado negándole el pan y la sal por el hecho de ser negro.

jueves, abril 26, 2012

Extraño

Cuando en tus recuerdos más recónditos aparece el colorido casi cegador del albero bajo la luz potente de la primavera, el sonar entremezclado de rumbas y sevillanas, los cascos de los caballos contra el empedrado de calles con nombres de toreros, las mujeres enfundadas en trajes ceñidísimos de lunares y las risas tontas de gente desinhibida por el alcohol, cuando eso lo has integrado desde antes de aprender a hablar, te cuesta ponerte en la piel de quien lo vive por vez primera como algo extraño.

La feria de abril, con todo lo criticable que pueda ser, es un canto a la vida; esta vida tan jodida en muchas ocasiones que nos ha tocado transitar. Esa capacidad tan andaluza para sonreir a los malos tiempos y ponerse el mundo por montera, haciéndolo además con simpatía, con una estética sublime y un clima espectacular.

Saber vivir.

Ocasión única para compartir con amigos, compañeros de trabajo, familiares o conocidos los últimos meses o años transcurridos, para conocer gente que en otras circuntancias no encontrarías. Oportunidad a fin de cuentas para salir de la siempre peligrosa bola de la rutina que, con los años, cada vez tiene una inercia más pesada.

Yo no soy flamenco, ni sé bailar, ni me gusta la manzanilla fuera de esta semana de alegría, ni soy nacionalista, ni me va el folklore ni creo que mi ciudad sea la más bonita del mundo; pero cuando llega la feria la disfruto con la sabiduría de quien ha aprendido a amamantarse de esta capacidad con la que se nace en el Sur de disfrutar de la belleza, aunque sea para muchos falsa, provisional y de apariencia, de la belleza, en suma, del saber vivir.

sábado, abril 21, 2012

Nuestro mundo

Es curioso el desequilibrio existente entre la visión que tenemos de nosotros mismos y lo que realmente representamos en este mundo, algo que viene a constituir nuestra grandeza y miseria como humanos.

Una frase juiciosa de Borges lo resumía con crudeza tras la muerte de un familiar querido. Todo se había derrumbado en su mundo y el mundo seguía su curso, él no encontraba calma para su desasosiego y su alrededor, cruel, no se inmutaba, paseaba junto a los mismos anuncios publicitarios, los mismos coches por las avenidas, el sol seguía iluminando igual que antes.

Somos hormiguitas irrelevantes en el concierto del universo, una mota de polvo en el tiempo y el espacio, pero nos creemos, afortunadamente, imprescindibles.

Grandeza humana por saber adaptar nuestra psicología al placer de los detalles, capaces de enredarnos en proyectos que nos hacen sentirnos fuertes sin perder el norte gracias a esa habilidad de tomarnos en serio.

El sentirnos importantes en esta inmensidad anónima nos salva. Cada uno de nosotros pasamos veinticuatro horas con nosotros mismos, por lo que una buena terapia es sentir, aunque sea irreflexivamente, que somos en cierta forma imprescindibles.

Ser plenamente conscientes de nuestra levedad nos haría tan frágiles que haría penosa la existencia.

Frente a la miseria de admitir qué es lo que objetivamente somos, la grandeza humana de reinterpretarse y encontrar cada cual un lugar en el mundo, sólido, coherente, con contenido, aunque las bases, reales, sean ficticias.

La vida es un sueño, y los sueños sueños son.

martes, abril 17, 2012

Los martes

Cuando vivía en Francia, iba de una fábrica a otra dependiendo del planning de trabajo. La mayoría estaban en los alrededores de París. En un momento dado, mi jefe me encargó ocuparme de llevar un determinado proyecto en una factoría que Renault tiene en Le Mans, a más de doscientos kilómetros de la capital.

En una de las ocasiones, él apareció a media jornada para ver el resultado de mi trabajo. Cuando acabamos, dirigiéndonos al parking, me dijo que me seguía hasta la salida de la ciudad camino de París. Yo le dije que aún no me iba, que me apetecía pasar lo que quedaba de tarde en la ciudad.

'Salvador, para hacer turismo se tienen los fines de semana'.

Y se quedó tan pancho.

Hace mucho tiempo, cuando apenas empezaba a trabajar en Sevilla, un martes bien entrada la noche me encontré con un compañero, y amigo con el tiempo, de la fábrica. A él se le cambió la cara al verme, como si le hubiera cogido a traición.

'¿Pero qué haces, Salva, un martes a estas horas en la calle?'

Me lo decía a mí, pero se lo estaba diciendo a él.

El ser humano tiende a establecerse reglas que le hacen aburrido. No hay mayor placer que no tener rutinas. Sin embargo, las personas que se consumen calentitas en su mundo-igual-de-todos-los-días te hacen ver que eso que haces no está bien. Los martes toca sopa por la noche y el sábado paseo por el centro de la ciudad.

sábado, abril 14, 2012

Eficiencia

En estos tiempos convulsos, es difícil querer ponerse en la piel de un político a quienes no lo somos.

Reciben el desprecio del ciudadano y la presión de los medios e instituciones, por hacer una cosa y la contraria.

Partiendo de esa base, es fácil criticar con fuerza cada una de sus actuaciones, aunque sería necesaria una mínima empatía para entender la dificultad de sus decisiones, complejas, poliédricas, que afectan a la vida ciudadana diaria. Imagino que los gobiernos tienen que aplicar la autodefensa de ver al ciudadano como un número, no como familias con todos los miembros en paro, enfermos sin recursos que necesitan atenciones que no tienen, jóvenes sin trabajo ni futuro con nombres y apellidos.

Falta empatía en ambos sentidos y esa falta hace que las decisiones sean cada vez más radicales y las reacciones viscerales.

Humildemente, pienso que la gestión de esta crisis no se está llevando de forma adecuada ni por éste ni por el anterior gobierno. Tal vez incluso ningún gobierno desde la democracia supo crear las bases para hacer de España un verdadero país próspero. Sí, eso es fácil decirlo viendo la situación actual.

Yo, defensor a ultranza del estado social y del bienestar, convencido y humilde pensador de izquierdas, creo que el fallo es no haber atacado la estructura productiva de nuestro país, y más concretamente la estructura productiva de lo público.

Yo trabajo en una empresa que hace 30 años podía fabricar 1000 cajas de cambio al día con 5000 trabajadores, y que ahora hace 5000 cajas al día con 1000. Cada año de los diecisiete que vengo trabajando en ella he sentido la presión de la necesaria supervivencia. Cada año hemos tenido encima de nuestras cabezas la palabra mágica: Eficiencia.

No cabe otra para sobrevivir cuando se sabe que no podemos hacerlo si no es adecuándonos al presupuesto que tenemos, reduciendo año tras año el coste que supone fabricar una de esas cajas de cambio que nos dan la vida.

Haber trabajado con esa continua tensión nos ha permitido desarrollarnos como personas creativas, rupturistas, creando una fuerte conciencia de que nada es sagrado, que todo se puede poner en cuestión, que nunca el argumento para defender una posición puede ser el 'porque siempre ha sido así'.

Y todo esto se ha producido respetando al trabajador, en un ambiente de compromiso y orgullo colectivo por nuestra fábrica de Renault en Sevilla.

Sí, hay empresas sin escrúpulos, muchísimas. Pero yo hablo de lo que conozco, y lo conozco bien.

¿Por qué no se ha tratado nunca lo público así? El dinero no viene de accionistas o clientes, sino del propio pueblo, por lo que aún hay más razones para cuidar de él y no derrocharlo.

Sin embargo el funcionariado, por lo general, no recibe esos mensajes continuos de ruptura, productividad y eficiencia. La culpa, claramente, no es del funcionario, sino de los creadores y mantenedores del sistema y, por ende, del gobierno de turno que no ha legislado en ese sentido.

En mi fábrica se premia monetariamente al que lo hace bien, se publican continuamente los resultados económicos de cada sector y se corrigen las derivas, se plantean entrevistas individuales cada año para fijar objetivos ambiciosos, pero alcanzables y compartidos.

Sobre este entramado público hay que trabajar la eficacia, no sólo por la búsqueda de resultados que permitan mantener los servicios, sino porque eso dignificará al funcionario, lo comprometerá más con el sistema y le hará sentirse más realizado como persona.

Si el dinero público se considera dinero caído del cielo, la corrupción comienza a hacer acto de presencia, la motivación se cae sin remedio y se emponzoña todo.

Hay que trabajar con imaginación e ideas de ruptura en cambiar este sistema público que tenemos, no limitando la cantidad de folios a consumir. No. Hay que atacar la raíz de una estructura podrida y reivindicar la importancia y dignidad de un Estado que es de todos, que está ahí a nuestro servicio y del que yo me quiero sentir orgulloso.

miércoles, abril 11, 2012

El obispo

Es sencillo decir que si no perteneces a la iglesia, lo que diga un obispo en un púlpito no te debe de afectar en absoluto. 

La teoría dice que sí, que así debe ser. 

Este pasado fin de semana uno de estos jerarcas del catolicismo se permitió utilizar la televisión pública para lanzar todo tipo de exabruptos contra los homosexuales, como seres depravados, desviados, que viven en el infierno. 

Yo no me considero iglesia, pero me indigno. 

¿Qué pasaría si defendiese el nazismo ese mismo obispo? Toda la sociedad, incluso la justicia, saltaría en su contra. Sin embargo se permite insultar a un diez por ciento, estimado, de la ciudadanía, sin que se le llame la atención o se le desautorice. Ciudadanía que paga sus impuestos y que permite, por ejemplo, que esa televisión sea pública. 

Ese personaje lanza su dedo acusador contra una parte de la sociedad, de su sociedad, por el simple hecho de sentir diferente. Seguramente preferirá a aquellos homosexuales que se casan por la iglesia y reprimen sus frustraciones sexuales haciendo infeliz a su mujer, a sí mismo y a los que les rodean. Cantan, por tanto, al hipócrita. Fomentan la falsedad, el dolor al otro, la falta de honestidad y de valor. Porque sí, al que nace diferente a la mayoría ya se le debe reconocer al menos el valor de expresarlo así, de vivir con dignidad su naturaleza. 

Una persona que ama es una persona que hace bien a la sociedad. 

Se ama de muchas maneras, sí, pero el amor total de pareja solo lo encuentra un homosexual en una persona de su mismo sexo. Parece de Primero de Primaria, pero aún así hay que explicarlo. 

Durante milenios los homosexuales han vivido vejados, calumniados, ridiculizados, violentados, encarcelados, acusados de ser como eran. Tan sólo por el hecho de amar a personas que sienten como ellos. Discursos como los del obispo son los que alimentan a una parte de la sociedad que tiene miedo a avanzar, que odia la diversidad, que se ahogan en un vaso de agua ante lo diferente. En mi propia fábrica es toda una proeza declarar que uno es feliz viviendo su homosexualidad con naturalidad. Estaría inmediatamente fichado por los cuenta-chistes baratos, machistas y homófobos. No hay libertad real. 

Este personaje vestido de sotana con oropeles viene a escupir sus frustraciones, a decir que hay que mirar a otro lado, que hay una parte de esta sociedad que tiene que seguir viviendo avergonzada, que tiene que amar a quien no quiere. Este obispo alecciona a padres para que sean inmisericordes con hijos adolescentes que están perdidos en sus miedos a decir lo que sienten, alimenta a la fiera de lo más carca para que legisle contra ellos, empuja la trampilla para que no salgan ni respiren, para vivir en el dolor, creando seres amargados que hagan menos sana esta sociedad que somos todos, él también. Me gustaría conocer el día en que cualquiera pueda presentar a su pareja al mundo con orgullo y decir a los cuatro vientos: Le quiero. 

Cualquiera debería ser libre para hacerlo.

domingo, abril 08, 2012

Lágrimas

Hay claves ocultas que hacen entender el porqué la tierra tira tanto que, puestos a pensarlas, son más que evidentes. Decía Berlanga, valenciano de pro, que siempre que podía, en su juventud, se escapaba de su ciudad en Fallas. Pasado el tiempo, instalado en Madrid, se le hacía un nudo en el estómago cada 19 de marzo pensando en la Cremá. Porque las tradiciones encierran ritos que, instintivamente, vamos relacionando con caras concretas, momentos de nuestra vida, anécdotas y tristezas que son mucho más complejas de relacionar con períodos desperdigados en los que no haya un asidero visual de la memoria al que agarrarse. Yo, como sevillano, nacido en una tierra de tan fuertes tradiciones y características tan definidas de colores y olores, no puedo sustraerme a ese cosquilleo que supone revivir mi vida cada semana santa. Mi agnosticismo me hace interiormente rebelde frente a las muestras continuas que durante todo un año los cofrades van desplegando con orgullo. Me cansan esos bares llenos de estampas de vírgenes, las medallas de los cristos en los coches, las pizarras con cuenta atrás desde que se cierra el sábado santo, los traslados, besamanos, las continuas noticias en los periódicos, las coronaciones, los pregones y los ensayos. Es una sensación íntima de hartazgo que tengo todo el derecho a tener, como derecho tienen los cofrades a cantar a los cuatro vientos sus amores por su hermandad. Sin embargo, llegan los días de procesión y me doy cuenta que conozco, porque lo he mamado, por dónde se ve más bonito cada paso, tomo conciencia de que también soy partícipe de esa historia, desde mi más profundo laicismo. Recuerdo, muy de pequeño, cómo mi madre me explicaba por qué mecían a la virgen en el palio, por qué le tocaban música: '...la acunan para que no esté triste, porque se le ha muerto su niño...' Llega la Madrugá y pienso en mi madre, emocionada, con los ojos empañados, en esas noches de intenso frío, viendo la Macarena pasar: '..mira, se va con su gran manto porque va recogiendo las penas de todo el pueblo, todo lo que hemos sufrido durante el año, ella pasa con su gran manto y se lo lleva...' Llegan estos días y recuerdo una esquina de la calle Francos y la emoción inabarcable de adivinar los ciriales del palio de la Macarena y ese gozo trágico tan andaluz de asombro ante el caminar, durante breves segundos, de ese palio rebosante de belleza. Hace muchísimos años que no veo la Madrugá y rehúyo las bullas de la semana santa, pero cada vez que llegan esos días pienso en la de gente que ha pasado por mi vida, en mi infancia feliz, en mi atormentada adolescencia, en los primeros amores, en los duros e intensos años de universidad, en aquéllos en los que empecé a trabajar, en tantos amigos de tantos lugares a los que paseé como cicerone explicando cada detalle, en mis años de nazareno con la Soledad, en las confidencias en las largas esperas. Pienso en las lágrimas de mi madre.

miércoles, abril 04, 2012

Borrego

Hay discursos construidos de forma tan miserable que confirman que quien los realiza no puede tener otro objetivo que la manipulación de los demás.

Esa es mi opinión respecto a los razonamientos perversos que el ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón, expone en el Congreso respecto a la involución prevista en la ley del aborto. Y digo bien involución, como 'detención y retroceso de un proceso evolutivo', el proceso del avance en los derechos sociales de la ciudadanía.

Alucino con la obsesión de las clases más conservadoras por introducirse en las decisiones íntimas de los ciudadanos tratando de imponer el prisma de su propia ética o religión.

Sí, el tema del aborto es una cuestión sensible, donde se pueden expresar libremente posiciones encontradas. Aún así, la sociedad occidental en la que vivimos ya ha dado pasos suficientemente consensuados para aprobar el hecho de que un aborto controlado bajo determinados parámetros médicos en plazos razonables no puede ser motivo de delito, ni a la mujer se le puede castigar ni señalar con el dedo por decidir interrumpir su embarazo de forma voluntaria en esas condiciones.

Pues bien, ese paso dado en la dirección razonable, tal como lo aplican las grandes democracias civilizadas de nuestro planeta, va a tener que desandarse en España porque un lobo con piel de borrego utiliza argumentos indefendibles para volver a tener que colocar a la mujer en el foco de la sospecha, teniendo que contar mentiras para poder subsanar el crimen de haberse roto un preservativo, de no haber controlado una situación de riesgo o de haber descuidado los métodos anticonceptivos. Tendrá que convencer al médico de que ese futuro hijo le provocará transtornos psiquiátricos poniendo cara de puchero para corroborar que no volverá a 'pecar'.

Porque, según nuestro ministro, las mujeres abortan sin querer hacerlo, obligadas por una violencia estructural de nuestro sistema económico que las lleva a tener que renunciar a sus sueños de maternidad por mantener un puesto de trabajo.

Y se queda tan pancho.

No sólo eso, sino que identifica a la buena mujer como aquélla que lleva a buen término su maternidad, como si una mujer no pudiese ser completa si no trae una criatura a este mundo.

Lo dicho, aplicar su sentido beato de la existencia humana al conjunto de los ciudadanos de un país.

¿Cuáles son sus propuestas de cuento de hadas?, ¿un servicio de asistentas celestiales para apoyar a las madres mileuristas solteras hasta que el niño vaya a la universidad?

Y habla de violencia estructural contra la mujer quien pertenece a un gobierno que acaba de aprobar una reforma laboral que fragiliza aún más las protecciones y derechos de los trabajadores (y trabajadoras).

Hoy se nos explica que en los Presupuestos recién aprobados se suprimen las ayudas a las escuelas maternales para niños de menos de tres años.

Coherencia.

domingo, abril 01, 2012

A los ojos

Me contaba Mariángeles cómo una niña de su instituto le decía que había cortado con su novio por el 'tuenti'.

'¡Pero si es lo normal, maestra!'

No hay que ser muy avispados para darse cuenta que las nueves redes sociales ocupan un espacio que antes, necesariamente, se cubría de otra forma. Dicen que el número de amigos en facebook es inversamente proporcional a la estabilidad emocional de una persona, algo que suena exagerado, como cualquier frase que intente resumir una teoría, pero no va descaminado de la realidad.

Internet, facebook y las múltiples formas actuales de comunicación han hecho mucho bien por integrar a personas que no tenían forma de comunicarse de igual a igual debido a complejos, taras físicas, timideces o miedos, pero también parece confirmarse que se está creando una sociedad tendente a comunicarse menos a través de la palabra y más mediante la pantalla de un móvil.

No sabemos el riesgo que corren las nuevas generaciones, pero parece preocupante el que los chavales actuales no sepan mirarse a los ojos para decirse que se quieren, que se odian o que les apetece compartir un helado.

Cuánto no hay de narcisismo en estos espacios, en contar a los cuatro vientos nimiedades de nuestro día a día, en hacer ver al mundo que estamos vivos.

Dejar nuestro rastro para que nos sigan o nos pregunten y entrar a ver cuántas personas han dado al 'me gusta' puede pasar del juego a la obsesión.

Hemos de ser menos borregos, pienso, y más humanos. No está mal comunicarse a través de las grandiosas herramientas que nos proporciona la red, pero no por ello obviar las necesarias charlas, caricias, risas, confidencias y abrazos.

Corremos el riesgo de que nuestro subconsciente nos justifique, en cuanto al cuidado de nuestros amigos, con esos escuetos mensajes de texto, como si de pasar lista se tratase.

Hacerte ver o preguntar en la distancia no es estar ahí, es estar en otro lado.