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salvador-navarro.com

sábado, enero 29, 2011

Fiabilidad

Se me puede pecar de exigente, aunque yo no exija nada sino simplemente razone en voz alta la importancia que doy a ser una persona fiable cuando, sobre todo, de tus amistades se trata.

Todo comenzó con una broma hacia mi amigo David. En una época pasada en que su vida era más 'turbulenta' llegábamos a reírnos por su escasa fiabilidad. Quedar con él era saber que no aparecería.

Entre los intangibles de las relaciones humanas está precisamente la confianza en el otro. Y ésta se va fortaleciendo o destruyendo sin darnos apenas cuenta.

Entiendo que no hay nada más sano que tener la absoluta certeza de que las personas que te importan van a estar ahí. Que si quedan contigo van a aparecer, que si les pides que te echen un cable te lo van a echar. Saber que ante cualquier petición te van a decir, de entrada, que sí.

Porque cuando entre dos personas existe un vínculo de amistad sincero y cabal, sabemos dónde están los límites de nuestras anhelos respecto a ellos.

Es mentalmente muy sano tener certezas sobre tus amigos. Que si has quedado dentro de tres días para ir al cine, allí estará. Que no te va a dejar con la cena tirada en casa. Que si envías un SMS de socorro, él o ella sabrán responderlo como si les fuera la vida en ello.

Si quedas conmigo, antes se cae el mundo...

miércoles, enero 26, 2011

Sonrojo

Estos tiempos actuales te dan la oportunidad de cruzar España de lado a lado para pasar un corto fin de semana en otras tierras por poco menos de 40 euros.

Así lo hicimos el sábado pasado, destino La Coruña.

Tras reventar de pulpo, subir a la Torre de Hércules, sufrir el viento norte procedente del Atlántico o recorrer por la noche la coqueta ciudad vieja, el domingo ya estábamos de vuelta tras una mañana imponente de frío sol gallego.

El aeropuerto coruñés es muy pequeño y, a la hora del embarque, apenas sólo estábamos los viajeros para Sevilla.

Vimos aterrizar el avión a través de las grandes cristaleras y, por la megafonía, descubrimos que ocuparíamos la nave que procedía de Londres.

En la misma sala de embarque estaba la de desembarque. Un policía nacional de barriga prominente y pelo canoso se plantó en la salida de la pasarela del avión, a puerta gayola. Con los brazos cruzados observaba a los pasajeros que regresaban de Inglaterra.

De golpe, ¡qué mala suerte!, un hombre con aspecto indio o paquistaní, bien vestido pero con la piel, mala pata, más oscura de lo normal.

-¡¡¡¿Español?!!!

El turista, acongojado por tal recibimiento, casi levanta las manos. De malos modos, el policía le señala a voz en grito que se aparte del resto de pasajeros. Y con el mismo tono le da un papel y le dice, por supuesto en español, que lo rellene.

Siguió como un bulldog con los brazos cruzados olisqueando por si acaso se le escapaba otra persona que, tal vez, maquillara su piel con polvos blancos.

Qué vergüenza.

domingo, enero 23, 2011

Lujo

Son muchas las experiencias personales que me hacen llegar a la reflexión aparentemente contradictoria de que el lujo es solidario, sano para el desenvolvimiento de la sociedad, beneficioso como equilibrador de nuestro injusto mundo.

Hay listas de multimillonarios que van publicándose cada cierto tiempo. Hay, del mismo modo, gente con mucho dinero a nuestro alrededor, en nuestras ciudades, minoritarias, sí. Gente que no va a ir regalando su capital, ganado limpiamente (o no), heredado, construido de la nada o de la suerte, del empeño, el esfuerzo o la mala leche, de la ambición desmedida o del espíritu emprendedor y currante.

Pero existen y, en su mayoría, como corresponde al ser humano por norma general, no van a compartirlo en beneficio de los que no tienen ni la milésima parte de su capacidad económica.

El capitalismo es ley de vida, desgraciadamente. Seguramente el sistema más justo dentro de la injusticia que significa buscarse la vida y progresar.

El lujo crea muchísimo empleo. Un restaurante con estrellas michelín tiene una cocina con decenas de empleados. Del mismo modo que Ferrari, Prada o Sheraton, que consiguen hacer 'chiribitas' los ojos de quien tienen dinero para gastarlo.

A mí me gusta que en mi ciudad se abran nuevos hoteles de cinco estrellas, que lleguen nuevos restaurantes y boutiques de alto nivel, que se organicen jornadas para discutir del sexo de los ángeles entre sibaritas de los cuatro extremos del globo terráqueo.

Quienes hemos vivido en Francia sabemos que la cosmética o la alta costura crean miles y miles de empleos.

Si la sociedad no ofreciese esos 'alicientes' apetitosos la avaricia haría enterrar mucha riqueza en tumbas de mármol de Carrara mientras el resto de mortales siguiera echando monedas en un tarro para ir quitándose una nueva tarjeta Visa con la que llegar a fin de mes.

Que disfruten de la vida, claro que sí, creando riqueza.

¡Viva el lujo!

jueves, enero 20, 2011

Fanfarrón

Es difícil admitir que un país culto, milenario, luminoso y vital como es Italia esté gobernado por semejante mamarracho, putero, homófobo, prepotente, facha, inculto, desvergonzado, mafioso despreciable.

¿Dónde está la Italia renacentista?

¿En qué lugar se oculta la cuna latina de nuestra civilización?

Parece que tenemos que resignarnos a pensar que ese país va a la deriva, que no hay solución a esa grotesca deriva de parlamento vendido a estrellas de una televisión servil.

¿Qué hace que una sociedad preparada se arrodille ante semejante personaje?

Se le ríen las gracias a este viejo verde que se acuesta con jovencitas menores de edad a las que paga en sobres con la inscripción de 'ayudas familiares'.

Añoro una Italia que no sé si existe. Una Italia que demuestra, una vez sí y otra también, que no es capaz de sacudirse la caspa, que está dominada a partes iguales por Berlusconi y la curia vaticana.

martes, enero 18, 2011

Tiempo y vida

Tuve la suerte de recibir una invitación para asistir, dos personas, a un homenaje a Saramago ayer lunes.

Era en el teatro de la Maestranza. No sabía más.

Invité a todas las personas que pensé interesadas en mi querido escritor portugués. Todo el mundo tenía planes, o pereza, o trabajo, o excusas.

No pensé en mi amor porque creí que no le interesaría un acto de varias horas acerca de un personaje del que no había leído nada.

Habló Paco Lobatón, habló el presidente de la Junta, habló su viuda, Pilar del Río, habló Agustín Almodóvar y Miguel Gonçalves, productor y director respectivamente de la película, 'José y Pilar', que nos proyectaron a continuación.

Dos horas deliciosas de proyección centradas en la vida amorosa, personal e íntima de este pensador, erudito, irreverente y humanísimo Saramago.

El corazón no me cabía en el pecho escuchando la visión del ser humano de esta persona íntegra, honesta, ejemplar.

Su pesimismo vital se relativizaba oyéndole hablar. Su amor por Pilar le hacía entrañable.

La película trazaba un recorrido de 4 años, paralelo a la construcción de su última novela, 'El viaje del Elefante'. Un viaje de Portugal a Austria de un elefante que es regalado a un rey en tiempos pasados y cuyas patas fueron transformadas en un lujoso paragüero por la monarquía austríaca.

Tras una grave enfermedad que estuvo a punto de hacerle morir antes de terminar la novela, José Saramago presenta al mundo su obra recién publicada en la ciudad de Sao Paulo.

Entonces recuerda, delante de un auditorio entregado, una pregunta que le hicieron no mucho tiempo atrás.

'Pero usted, ganador del Premio Nobel, traducido a ciento y pico idiomas, reconocido en todo el mundo... ¿qué ilusiones más le quedan?'

Saramago respondió:

'Tiempo y vida', 'tiempo para vivir mi felicidad junto a Pilar'. 'Vida para vivirla junto a ella'.

Yo acariciaba los muslos de mi amor, henchido de felicidad.

Arrepentido de haber ofrecido esa invitación a nadie más.

lunes, enero 17, 2011

Bosnia-Herzegovina

Acababa de tener una reunión con mi equipo de trabajo en la fábrica, estábamos a un par de horas para comenzar las vacaciones de Navidad y, en la puerta de mi despacho y con gesto casi militar, me di de bruces con un señor mayor, vestido gris de faena, chamarra de trabajar en el exterior y una gorra en la mano.

-¿Señor Salvador?

Lo saludé con una sonrisa, esperando que no hubiese ocurrido ningún 'marrón técnico' a falta de un rato para dejar el trabajo por unos días.

-Verá, soy Walter, el jardinero de la fábrica.

Tenía acento andino, y cara de serlo también. Llevo más de quince años trabajando en la fábrica y no se me había pasado por la cabeza que existiese un jardinero. De hecho, tenía la sensación de ver a ese hombre por vez primera.

-Es que quiero regalar a una hija su novela este día de Navidad y no la encontré en las librerías que busqué.

Me quedé de piedra. No sólo no tenía ni idea de quién era él, que seguramente pasará a mi lado decenas de veces durante el año, sino que además él sabía quien era yo y, aún más, estaba interesado en mi novela.

-Espere un momento. Dígame cómo le puedo localizar.

Llamé urgentemente al editor, me dijo las librerías donde lo tenían en ese momento, con seguridad, en existencias y cogí el coche.

Un rato después busqué a Walter para entregarle el libro.

Entonces él me contó que era de Cuzco y me habló de su ciudad, de su familia allí.

Yo fui contando a colegas de la fábrica lo que me había ocurrido y, como compinchados, todos conocían perfectamente a Walter el jardinero.

Qué desazón estar tan poco atento a las personas que tengo al lado.

Como bien dice quien bien me quiere:

Salva, es como si vivieses en Bosnia-Herzegovina.

viernes, enero 14, 2011

Takiripinti

Takiripinti es la palabra que yo mantengo en el recuerdo, aunque no hay más que mirar en un traductor para comprobar que está deformada por el paso del tiempo.

El viaje en tren entre Haparanda, en la frontera norte con Suecia, y Helsinki había sido largo. Francis y yo llevábamos semanas viajando, muchas latas de conserva entre pecho y espalda, y ésta última medio jodida de tanto dormir en el suelo de los campings. Tendríamos no mucho más de veinte años.

La llegada nocturna a la capital finlandesa fue movida. En el trayecto en tren nos habíamos peleado por alguna tontería y viajábamos cada uno en un vagón. La necesidad hizo que nos uniéramos para buscar un sitio donde dormir.

Él hizo migas con un anciano francés, que se nos encalomó en busca de un sitio donde acampar en las afueras de la ciudad. Tras tomar un autobús llegamos a un sitio fuera de cualquier civilización. El viejo olía a alcohol y a Francis no se le ocurrió otra cosa que ofrecerle nuestra tienda de campaña para compartirla.

Pasé toda la noche oyendo las tripas del viejo y alaridos de perros maltratados, que resultaron ser gaviotas para el urbanita que esto escribe.

Amanecimos, esa mañana de verano nórdico, en un paisaje verde muy cercano al mar.

El viejo desapareció, quizás por mi falta de cariño.

Francis y yo nos duchamos, nos pusimos guapos y nos lanzamos a conquistar Helsinki por vez primera.

Descubrimos una parada de autobús y una chica rubia, Saana, con unos walkman. Le preguntamos cómo llegar a la ciudad y ella se ofreció a acompañarnos.

Me llevé años escribiéndome con Saana. ¿Cómo podría volver a localizarla? ¿Cómo localizar a tanta gente perdida por el camino?

Ella era profesora de francés y eso me permitió chapurrearlo con ella.

El autobús llegó a su última parada y la seguimos por una boca de metro. El vagón se iba llenando conforme nos acercábamos a la ciudad con gente cada vez más rubia y alta. Saana hablaba y hablaba...

En un momento dado, con la charla, ella puso cara de preocupación. ¿Nos habremos pasado de estación? Gente tan alta a nuestro alrededor nos impedía ver en qué lugar estábamos.

'Don't worry, Saana'.

Me escabullí entre la gente cuando el metro paró y memoricé el nombre de la estación. Entré de nuevo en el vagón y le grité.

'¡We are in Takiripinti!'

No se me olvidará la risa colectiva del vagón.

'That is Don't smoke!'

lunes, enero 10, 2011

Ridículo

Se asoman a una pantalla de vídeo, encapuchados y con una boina encima, para perdonarnos una vez más la vida.

Tal vez pensarán que es fácil olvidar al abominable De Juana Chaos y sus veinticinco asesinatos, que borraremos de nuestra memoria a las víctimas de Hipercor, o las matanzas de Zaragoza o Vic, la indescriptible crueldad insoportable que supuso la cuenta atrás de Miguel Ángel Blanco.

Yo tomaba unas copas por el centro de Sevilla a pocos metros de donde, sin piedad y como salvajes, unos pistoleros apuntaron en la nuca de Alberto Jiménez Becerril y su mujer, dejando tres niñas huérfanas. Tal vez oí los disparos como silbidos.

A unos bloques de mi casa, una tarde-noche que volvía del trabajo, me encontré calles cortadas y helicópteros sobrevolando en busca de quienes se habían presentado en la consulta del doctor Cariñanos para plantarle un tiro en la cabeza.

Me considero una persona abierta, dialogante, de izquierdas, defensor de una España federal, en que cada pueblo pueda ir eligiendo su destino. Doy pruebas de mi amor por el País Vasco visitándolo, cultivando mis amistades en esa tierra, vendiendo las maravillas de ese país singular, personalísimo.

Sé que llegará un momento en que la sociedad española, civilizada y democrática como es, tendrá que dar ejemplo de bondad para cerrar esta herida sangrante de criminales que, si no fuese por los 850 muertos a sus espaldas, ¡850 muertos!, darían risa con sus indumentarias ridículas y su pretendido tono solemne que sólo suena a irrisorio.

No hay olvido.

sábado, enero 08, 2011

La parte negra

Cada vez menos, ésa es mi esperanza, pero los españoles de esta generación hemos nacido educados en una cultura excesivamente severa en cuanto a nuestras exigencias personales, donde el sentido del pecado tomaba un cariz de maldición y en el que el tamiz del remordimiento lo impregnaba casi todo en lo que a nuestras conductas de vida respecta.

Ha estado mal visto airear nuestras limitaciones, desconsuelos o complejos. Mostrar debilidades, expresar dudas respecto a nuestro lugar en el mundo.

Se nos educa para ser fuertes sin darnos las herramientas para ello.

Y muchos nacen fuertes, sí, pero por el camino se van quedando muchos, gente cercana, que se encierran en su caparazón de impotencia por no haber tenido los estudios, la pareja, el cuerpo, el trabajo o la gracia al hablar que se esperaba de ellos.

En la soledad nos encontramos a nosotros mismos, y todos tenemos nuestras miserias, sanas de curar en soledad, sí, pero no siempre.

Todos tenemos nuestra parte negra. Vicios, miedos, angustias, complejos y frustraciones que rumiamos en silencio.

Mi futura sociedad deseada será aquélla en que se destapen esas alcantarillas personales que creemos malditas y nos demos cuenta, entonces, que nuestra miseria no lo es tanto ni estamos tan solos en el mundo.

martes, enero 04, 2011

Madina

Mal que me pese a veces, soy un defensor de la clase política.

Lo fácil es la crítica, pero es cierto que los países, regiones, ciudades y organismos internacionales deben ser dirigidos para que el ser humano pueda integrarse, mediante leyes, obligaciones fiscales, derechos sociales.

A la vista de los años de crisis que padecemos, parece que una condición para ser político, independientemente de ideales, es la licenciatura en Económicas. A ser posible con un máster.

Todo es y se reduce a la Economía. Esa ciencia inexacta de la que tanto hemos aprendido a base de ver subir y bajar nuestra hipoteca, ver congelados los salarios, cuando no bajados o, simplemente, tras comprobar cuántos a nuestro alrededor van perdiendo el empleo o cómo la vida se va haciendo más incierta para los más jóvenes.

¿Qué libertades ofrecen los dogmas económicos? ¿Dónde se integrarían ahí los ideales? ¿Deberíamos estar gobernados por tecnócratas que sepan jugar con nuestros impuestos con la precisión de un campeón de tetris?

Eduardo Madina es licenciado en Historia Contemporánea y tiene una pierna menos por una bomba-lapa de ETA.

Es suficiente escucharle para saber que yo quiero políticos que crean en el ser humano.

Y él, inmerso en el aparato del PSOE, de un PSOE que se descalabra, mantiene la dignidad de su discurso a pesar de que a veces, muchas, tendrá que tragar quina ante los vaivenes a los que, seguramente sin remedio en la mayoría de los casos, se ve obligado a someterse su partido.

¿Tenemos que rendirnos a una política dirigida por los 'mercados'?

Yo pienso en Eduardo Madina, en su dignidad y su pasión por la política con mayúsculas.

domingo, enero 02, 2011

EBTG

Dormía una de mis queridas siestas en la cama, en casa de mis padres. Por la habitación donde dormía y la disposición de los objetos, que recuerdo como si fuese ayer, averiguo que ya estaba en época universitaria y mis hermanas habían abandonado el nido familiar.

En medio del sueño se mezcló una canción y quedé tan impactado por esa voz penetrante, la melodía suave, la letra, en lo que podía entender... que conseguí salir del sueño y llegar al final del tema, ya en el mundo de lo real, para anotarlo.

The language of life.

Esa canción llegaba para mí desde Londres y el grupo se llamaba Everything but the girl.

Soy muy pasional, y novelero, y cualquiera que me conoce bien sabe que flipo con el chocolate blanco, leo siempre a Paul Auster, sufro con el Betis y adoro a Everything but the girl (EBTG).

Empecé a comprar todo de ellos, desde el principio de los tiempos. Las letras eran brutales, las canciones, con un toque electrónico, incapaces de no gustar.

Un día, henchido de emoción tras comprar su último disco, me decidí a escribirles como si fuera un quinceañero. Les conté el porqué de mi adicción a ellos en un pobre inglés.

Everything but the girl, 'todo menos la chica'. Se pusieron ese nombre porque su estudio de grabación estaba frente a una tienda que vendía regalos de boda, te vendían 'todo menos la novia'.

Un día llegó mi padre con el correo. 'Niño, tienes una carta de Londres'.

Glups...

Tracey Thorn y Ben Watt me escribían una carta manuscrita para decirme que un día les gustaría venir a mi hermosa ciudad para cantar para mí.

No sé hasta qué punto esa carta influyó en mí, pero es cierto que me impactó enormemente en una época en que yo andaba perdido por la vida. No la carta en sí, no el mensaje, sino el saber que todo era posible.

Que yo existía.

Cuando pienso en acometer nuevos retos siempre pienso en EBTG. No sé si algún día tocarán para mí, pero si sé que si no les hubiese escrito nunca habría recibido esta carta desde Londres. Para mí...

The language of life.